Casi sin voltearme pregunto desde la silla donde escribo en el celular, a una persona parada a mi lado, cómo se llama el comando de bomberos en el que nos encontramos.
Levanto la vista y tropiezo con un hombre alto enfundado en un overol azul y con la cabeza envuelta en gasa.
«Creo que es comando de bomberos de Matanzas, pero no soy de aquí, responde serio», soy de Cienfuegos.
«De la refinería de Cienfuegos», dije casi sin pensar, y recordé que de allí es el hombre que perdió la vida en la madrugada del sábado.
Él asintió con la cabeza, la bajó y echó a andar, dejándome muda a sus espaldas.
En el puesto médico habilitado en el Comando 2 de Matanzas, punto de reunión de las fuerzas del Cuerpo de Bomberos de Cuba y la Cruz Roja ubicado en la entrada de la zona indistrial, entran y salen personas con vendas.
Unos las llevan en la cabeza, otros en los brazos, las piernas, las manos y no hay distinción de edades o de rangos militares, lo mismo están vendados un general de brigada y un teniente coronel, que los bomberos y rescatistas más jóvenes.
Un equipo de los servicios médicos del Ministerio del Interior se empeña en cambiar las gasas y aliviar a quienes a pesar de las lesiones continúan en las labores.
A ellos se les suma una sicóloga de la Cruz Roja de Matanzas, por si alguien necesita conversar sobre lo que han vivido.
Testigos del heroísmo y el horror son dos cascos casi carbonizados que descansan en una esquina de la improvisada enfermería.
Hasta allí llega un joven en busca de unos analgésicos.
Dale el pomo completo, indica un médico, son para el jefe de los bomberos de Mayabeque, tiene fractura en el peroné y una quemadura enorme en la pierna, debería estar hospitalizado, pero dice que no se mueve hasta que no salgan sus hombres, son tres.
En medio del ir y venir intento preguntar nombres, cargos, dar información, ser objetivos, pero apenas formulo la pregunta enmudezco, siento que estorbo, que estoy de más, como frente al bombero de la refinería de Cienfuegos.
oda/kmg