Por Marta Cabrales
Redacción Cuba
En ese mismo sentido pueden encontrarse afinidades y paralelismos entre Carlos Manuel de Céspedes, el hacendado que inició la gesta liberadora, y Fidel Castro, el joven abogado que tuvo cabal percepción del momento histórico para desatar las fuerzas redentoras que durante décadas anidaron en el alma cubana.
En diálogo con Prensa Latina, el doctor en ciencias históricas Frank J. Solar comienza por aquella imagen que resume en su simbolismo esa continuidad: la del estudiante de la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana a un lado de la campana que tañó su rebeldía el 10 de octubre de 1868.
Evoca el historiador aquella circunstancia, cuando los veteranos y el Ayuntamiento de Manzanillo le confiaron la reliquia para un mitin de protesta contra el presidente Ramón Grau en La Habana. En tren viajó hasta depositarla en el Salón de los Mártires de la Universidad.
Enfatiza Solar en los orígenes de ambos, nacidos en cunas acomodadas y con notable formación culta y humanista, una parte de ella transcurrida en colegios religiosos. Los dos con títulos de abogado, que tuvieron a bien echar a un lado en pos de defender a la Patria como causa mayor. Céspedes, al dar la libertad a sus esclavos el 10 de octubre de 1868 y proclamar que se rompían las hostilidades contra el colonialismo español, y Fidel, con el asalto al Cuartel Moncada y las posteriores acciones para el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista (1952-1958), renunciaron a una vida de bonanzas, brillo intelectual y fortunas personales, acota el estudioso.
HUELLA CESPEDIANA Y DE LOS PRÓCERES INDEPENDENTISTAS
Indica que la huella cespediana y de los próceres independentistas del siglo XIX se encuentra a lo largo del pensamiento y el quehacer del líder de la Revolución. Así se refleja en el alegato que pronunciara en su autodefensa ante la acusación por el ataque a la segunda fortaleza militar cubana el 26 de julio de 1953.
“Se nos enseñó a venerar desde temprano el ejemplo glorioso de nuestros héroes y de nuestros mártires. Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y Martí fueron los primeros nombres que se grabaron en nuestro cerebro, se nos enseñó que el Titán había dicho que la libertad no se mendiga, sino que se conquista con el filo del machete. Se nos enseñó que el 10 de octubre y el 24 de febrero son efemérides gloriosas y de regocijo patrio porque marcan los días en que los cubanos se rebelaron contra el yugo de la infame tiranía”, fueron palabras de Fidel en el documento conocido después como La historia me absolverá, enfatiza.
En la trayectoria como jefes militares, el profesor de la Universidad de Oriente encuentra puntos de contacto emanados de concepciones como las de las invasiones de Oriente hacia Occidente, arrebatar las armas al enemigo como una vía importante para adquirirlas y el proselitismo entre la emigración cubana, principalmente en Estados Unidos.
Los distingue además, según el presidente de la Cátedra honorífica consagrada a Fidel Castro en esa institución, la capacidad para discernir el momento justo para lanzarse al combate, sin esperar por ese imposible de tener todas las condiciones creadas ni delegar en otras fuerzas esa decisión impostergable.
En una línea de continuidad sostenida a lo largo de la última etapa de las luchas emancipadoras de los cubanos, la impronta de los mambises, como fueron llamados los oficiales y soldados rebeldes del siglo XIX, estuvo presente en cada una de las contiendas clandestinas en las ciudades y en las guerrilleras en las montañas de la Sierra Maestra, asevera el historiador.
Para entenderlo así en su absoluta dimensión bastarían las palabras del líder cada vez que en discursos o entrevistas aludía a más de un siglo de constante batallar por la libertad de Cuba. Que en la Isla hubo una sola Revolución, la iniciada aquel glorioso 10 de octubre, fue su pronunciamiento esencial al celebrar el centenario en el mismo lugar donde ocurrió el alzamiento.
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