La eterna Giselle, quien falleció a la edad de 98 años, ahora revive en el recuerdo y el legado inquebrantable del Ballet Nacional de Cuba que por estos días alista una nueva temporada de espectáculos como parte de la 27 edición del Festival Internacional de Ballet.
A ese conjunto y evento Alonso se entregó con pasión y esmero para lograr reunir en esta tierra pequeña a los más importantes y populares bailarines del mundo y hacer posible que intérpretes cubanos brillaran en prestigiosos escenarios y certámenes.
La célebre bailarina situó a la compañía entre las de mayor prestigio a nivel mundial, en tanto creó la Escuela Cubana de Ballet del cual emergieron destacadas figuras y puso en altos pedestales el nombre de su patria en casi 70 países de todos los continentes.
Merecedora de más de 200 premios internacionales e intérprete de obras clave en el panorama de la danza mundial, Alonso partió a la eternidad convertida en un símbolo de inspiración y guía, también fuera de los límites del escenario donde brilló tantas veces.
Carmen, Giselle y otras muchas icónicas obras del género bien pudieran llamarse Alicia, pues en su carne y con su maestría se esculpieron en el tabloncillo para grabar su nombre como figura cimera del ballet clásico en el ámbito iberoamericano.
El próximo Festival de Ballet dedicará a estos dos clásicos una serie de funciones que pretenden honrar a la gran Diva y hacerla sentir orgullosa porque sería en vano intentar igualar, al decir del escritor Alejo Carpentier, la excepcional estirpe de quien dejó un nombre egregio en la historia de la danza.
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