Rodeado de esqueletos de dinosaurios y mamuts camino al salón de actos, pareció una señal inequívoca de que nos acercábamos a 500 años de historia en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de España.
Luego, tal vez una de las aseveraciones más asombrosas: Panchito, el Cacique de la Montaña, en la localidad La Ranchería (municipio Manuel Tames, provincia de Guantánamo), tiene un 40 por ciento de sangre de los aborígenes cubanos, los arahuacos, conocidos como tainos.
Las pruebas de ADN son incontestables, aunque nos espera una compleja y larga batalla dentro de nuestro país para la aceptación de hechos que cambian la historia, confesó Julio A. Larramendi, destacado fotógrafo cubano con formación científica.
Es el coordinador editorial del sorprendente libro Cuba Indígena Hoy: sus rostros y ADN, parte de un proyecto de investigación más abarcador, al que pronto se integrará un documental bajo la dirección del cineasta Ernesto Daranas.
Llevado adelante durante cinco años de trabajo, cuenta en su equipo con otro maestro de la fotografía del lado geográfico y humano, el español Héctor Garrido, la doctora Beatriz Marcheco, directora del Instituto de Genética Médica, el historiador Alejandro Hartmann y Enrique J. Gómez, doctor en Ciencias Sociológicas.
También, en la producción ejecutiva, de la conocida actriz cubana, Laura de la Uz, compañera sentimental de Garrido, quien no dudó en resaltar a Paola Larramendi, hija de Julio, “quien fue la que abrió el camino a esta aventura en una zona remota de la montaña, donde se necesita mucho valor para garantizar la logística”.
Para el anecdotario, el respaldo absoluto que siempre tuvieron del fallecido y prestigioso Historiador de La Habana, Eusebio Leal, quien pidió a la doctora Marcheco que le hiciera una prueba de ADN y se comprobó que tenía un uno por ciento de ascendencia aborigen.
Estaba muy orgulloso de ese uno por ciento, comentario Larramendi y Garrido en la presentación del libro en Madrid.
Dos videos y la participación de Dioleisy Frómeta Ramírez, nieto del Cacique de la Montaña, complementaron las vivencias de la velada.
Primero, las emociones de Panchito, al confirmarse su ascendencia indígena, que subraya la idea de que los aborígenes supervivientes de la masacre colonizadora, se refugiaron en lo alto de las montañas en Cuba.
Después, las dificultades de Dioleisy para expresar sus sentimientos y confesar que, desde su nacimiento, fue parte de las fiestas durante días de la comunidad de La Ranchería, siempre bajo el liderazgo del Cacique de la Montaña, el máximo responsable de la vida de estos herederos de los pueblos originarios.
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