Por Oscar Bravo Fong
Redacción África y Medio Oriente
Aunque en su primer período como jefe de Estado (2012-2017) el actual presidente somalí, Mohamed Sheikh Mohamud, no logró con sus políticas erradicar ese mal que corroe a Somalia y otras naciones del continente, en esta oportunidad auguró que cumplirá sus aspiraciones mediante la movilización de más fuerzas militares y comunitarias.
Como parte de su plan, el mandatario, quien catalogó a la formación Al-Shabab (Los Jóvenes, en árabe) como “una serpiente letal en tu ropa a la que hay que matar antes de que te mate a ti”, abogó por el respaldo del pueblo somalí a las operaciones militares.
Debemos trabajar unidos junto a nuestras tropas para eliminar al enemigo, expresó al referirse a la milicia radical, con más de un década de actuar violento en este país del Cuerno de África, cuya población supera los 21 millones de habitantes.
Aunque existen reservas en torno al logro de ese ambicioso objetivo, en los últimos meses las acciones operativas del Ejército, con el respaldo de milicias armadas locales y la Misión de Transición de la Unión Africana en Somalia (Atmis), al parecer dan sus primeros frutos.
La Atmis, que reemplazó en abril de 2021 a la Misión de la Unión Africana en Somalia y apoya las operaciones conjuntas con el Ejército Nacional en diversas zonas del país, tiene como fin contribuir a la construcción de la paz y estabilidad nacional.
Como resultado de esos esfuerzos mancomunados, desde principios de septiembre las fuerzas armadas aliadas expulsaron al ente radical de más de 40 ciudades y poblados, en la central provincia de Hiiraan y otros territorios.
A ello se agrega, no sólo que en los combates resultaron abatidos cientos de elementos extremistas, sino también la eliminación de cabecillas de esas agrupaciones, entre ellos Abdullahi Nadir, vinculado a la red terrorista Al-Qaeda.
En 2011 el grupo militante fue expulsado de Mogadiscio, la capital, por las tropas gubernamentales y los destacamentos de la antigua Misión.
Apartada de la demarcación, la entidad armada, que persigue imponer un régimen de corte ultraconservador, afianzó sus bases en otros territorios y actualmente domina amplias zonas en el centro y sur del Estado africano.
¿DEBILITADO AL-SHABAB?
Sin embargo, en plena ofensiva de las fuerzas de seguridad no son pocos los que se preguntan si está realmente debilitada la agrupación insurgente, surgida en 2006 cuando la extinta Unión de Tribunales Islámicos controlaba Mogadiscio y propugnaba la sharía o ley islámica.
Para no pocos, lamentablemente las últimas acciones de Al-Shabab contra diversos objetivos demuestran que el ente, el cual suele emplear en sus ataques armados a terroristas suicidas y otros medios de guerra irregular, posee aún fortaleza y capacidad de maniobra.
Evidenciado en su arremetida el 23 de octubre, con la detonación de un coche bomba y disparos contra un hotel en la sureña ciudad de Kismayo, donde, según un balance del Ministerio de Seguridad regional de Jubalandia, murieron nueve personas y hubo 47 heridos.
Sin olvidar tampoco que el 19 de agosto pasado la milicia islamista ocupó por la fuerza el capitalino hotel Al-Hayat durante unas 30 horas y ultimó a 21 personas, en tanto decenas resultaron heridas.
Como muestra de su amplio accionar, el ente insurgente en los últimos tiempos también efectuó asaltos contra instalaciones aeroportuarias y bases militares en Somalia, e infraestructuras en las vecinas Kenya y Etiopía.
En un escenario marcado por esos hechos puntuales, el gobierno somalí apuesta por debilitar y erradicar finalmente al grupo filial de la red no solo mediante la fuerza militar, sino también a través de otros métodos, parte de una estrategia integral.
Sin ir más lejos, recientemente el primer ministro del país, Hamza Abdi Barre, quien reconoció los significativos avances de las tropas gubernamentales en localidades del centro del territorio nacional, advirtió que la justicia somalí impondrá fuertes sanciones a los colaboradores de Al-Shabab.
En ese sentido, las autoridades prohibieron a comerciantes la entrega de fondos financieros a la organización extremista, la cual suele exigir a personas pagos de impuestos para adquirir armas y bienes de consumo.
Por otra parte, en aras de evitar la difusión de propaganda del grupo armado, el Ejecutivo impidió a los medios de prensa, entre ellos 40 sitios web noticiosos y canales de televisión, la posibilidad de informar sobre las amenazas o los planes del ente terrorista.
Luego de asegurar que la disposición persigue la promoción de la seguridad en Somalia, el Ministerio de Información precisó que mediante la directiva se obstaculiza la propagación de ideología extremista tanto en las emisiones de los medios de comunicación como en las redes sociales.
Como parte del paquete de medidas, entidades gubernamentales pidieron de forma reiterada a los integrantes de la milicia radical que se entreguen al Ejército, para de ese modo poder recibir apoyo, rehabilitarse y reincorporarse a la sociedad, junto a sus familiares. Por otro lado, para contrarrestar la influencia en el plano jurídico del mencionado ente, representantes del Ministerio de Justicia comunicaron que las fuerzas castrenses atacarán a las sedes de las cortes de justicia aliadas al grupo terrorista, que juzga casos de civiles.
En opinión del titular de esa cartera, Ahmed Moalim Fiqi, la directiva se impone ya que numerosos somalíes recurren a los tribunales de radicales debido a la debilidad e inoperancia del actual sistema jurídico institucional.
Aunque, según encuestas, muchos residentes en Mogadiscio no creen que el Gobierno con su nuevo plan de medidas podrá anular a corto plazo la fuerza e influencia de Al-Shabab en el territorio nacional, otros expresan sus esperanzas en las nuevas acciones del Ejecutivo.
Somalia, como otros países africanos, enfrenta retos en términos de paz y seguridad que pasan por el impulso del desarrollo y el progreso en las comunidades para de esa forma garantizar la seguridad alimentaria, erradicar la pobreza y atajar el fenómeno del terrorismo en todas sus formas.
Ubicado en el extremo oriental de África, ese territorio vio obstaculizado su avance como consecuencia de una cruenta guerra interna, la división de poderes y la carencia de un gobierno central fuerte desde que milicias aliadas derrocaron en 1991 al entonces presidente Mohamed Siad Barre, ya fallecido.
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