A seis años de su muerte, su presencia es perceptible en espacios como la ahora Casa Museo Oswaldo Guayasamín, en la cual el estadista estuvo varias veces para visitar al insigne artista ecuatoriano, su gran amigo, y donde incluso celebró su cumpleaños 62. Pablo y Verenice Gayasamín, hijos del catalogado como Pintor de Iberoamérica, recibieron a Prensa Latina en ese sitio cargado de arte e historias y recordaron anécdotas de las visitas de Fidel a lo que fuera el hogar de su padre durante los últimos 20 años de vida.
Contaron cómo en varias ocasiones el líder cubano se reunió con el artista en una pequeña salita decorada con piezas religiosas de gran valor artístico -aunque Guayasamín era ateo- y cuadros alusivos a la urbe capitalina juanto a las faldas del Pichincha, como el llamado Quito azul.
En este espacio se reunían para tener un diálogo más cercano, más humano, más comprometido con la realidad histórica que vivieron, porque en la sala más grande siempre había mucha gente interesada en ver al Comandante aunque fuera de lejos, recordó el hijo del gran maestro ecuatoriano.
Eran tan fuertes los lazos y la admiración entre ambos, que Guayasamín llevó al óleo al líder revolucionario en cuatro ocasiones, algo insólito en su creación, comentó Pablo.
Señaló que para su padre, Fidel era el redentor de los pueblos, el hombre que se preocupaba por los pobres, por los desposeídos, no sólo de América sino del mundo y por eso lo admiraba tanto.
En diálogo con esta agencia, Verenice Guayasamín, recordó cómo en una ocasión tantas personas acudieron a ver a Fidel en un inmueble cercano donde se encontraban los dos amigos que el entonces presidente de Cuba no pudo subirse al automóvil oficial.
Por sugerencia de mi padre yo misma conduje otro auto y los traje a él y a Fidel a la casa, sin escolta ni nada, pero no había alternativa para salir de la multitud, rememoró con una sonrisa pícara en el rostro.
Desde la altura quiteña, junto a la Casa Museo se erige la Capilla del Hombre, un espacio de reflexión sobre la necesidad de la paz y el entendimiento humano soñado por Guayasamín, pero que no logró ver finalizado.
Tras la muerte de mi padre, señala Pablo, la familia no contaba con los recursos para finalizar ese proyecto y a Fidel con la genialidad que lo caracterizaba se le ocurrió subastar humidores hechos en Ecuador con tabaco cubano para recaudar fondos y contribuir a materializar el sueño del artista.
Gracias a la ayuda emocional y económica de Fidel, de Cuba y de otros amigos, hoy la Capilla del Hombre está abierta para mostrar a través del arte el mensaje que compartían uno de los principales pintores del siglo XX y el líder político cubano.
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