Aludió el Premio Nacional de Arquitectura a la declaratoria recientemente conocida como Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad a los saberes de los maestros roneros, un acontecimiento que hizo justicia a más de dos siglos de conocimientos compartidos y de probada calidad industrial.
Indicó López que ese legado forma parte de las tradiciones de la urbe, donde son y ron riman muy bien, en alusión a ese género musical que encontró asidero fundacional en las empinadas y abruptas calles de su fisonomía.
Se remontó al siglo XIX, cuando la ciudad se convirtió en punto dinamizador de esos saberes y de ese pensamiento, con sus normas y prácticas específicas que sus principales artífices fueron transmitiendo de generación en generación.
Con una apoyatura química especial, significó, es un honor para Cuba y para Santiago contar con este acumulado, del cual pueden presumir los cubanos, tal y como se hace con los vinos en Europa y el tequila en México.
El director de la OCC consideró la nueva dimensión de esta distinción mundial, que implica la acumulación de conocimientos en el tiempo y la conjunción adecuada de actitudes y aptitudes.
Exaltó que la alegría se suma a la experimentada un año atrás con la declaratoria mundial como ciudad creativa musical, una condición casi natural en la cuna de varios géneros raigales del pentagrama cubano, extendidos internacionalmente.
También enfatizó en la salvaguarda de esos tesoros patrimoniales, de lo cual son ya una expresión el Museo del Ron y la potente industria de esas bebidas espirituosas.
López evocó las palabras de uno de esos maestros al considerar que el ron de calidad es bueno y lo negativo está en las excesivas dosis en su consumo.
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