Una sonrisa en un rostro habla con más elocuencia que cualquier documento, pero no suelen tenerse en cuenta a la hora de valorar los esfuerzos de un país por garantizar los derechos de todos sus niños y adolescentes, especialmente de aquellos que viven con alguna discapacidad.
La alegría de tantos infantes cubanos este sábado en el Museo de la Revolución en La Habana Vieja fue la mayor prueba de que luchar por los derechos humanos no es cosa de un día marcado en el calendario para ello, y sí de amor cotidiano, de empeño, como el que brindan a diario maestros y auxiliares de la enseñanza especial a sus alumnos.
Un coro que canta en lenguaje de señas, declamadores, intérpretes y bailarines con discapacidades de distinta naturaleza pudieron mostrar al público lo que pueden hacer porque viven en una nación que, con independencia de su origen social, busca garantizar a cada niño o adolescente su derecho a una vida digna y a la educación.
A quienes cuestionan a Cuba sin conocer sus esencias, bien les vendría acudir cualquier día a una de las aulas de la escuela Solidaridad con Panamá, donde asistencia médica, rehabilitación y conocimientos están al alcance de pequeños que, en otras circunstancias, no tendrían más posibilidades que ver la vida pasar.
Muchos de ellos son hoy graduados universitarios, o contribuyen a la formación de otros para que desarrollen su potencial y sueños, como es el caso de Mabel Cedeño, quien se convirtió en instructora de Arte y Educación, y psicóloga.
Esas son verdaderas lecciones sobre derechos humanos que no necesitan de una jornada específica para aprenderse, porque es la realidad de un país cada mañana, cuando las calles se llenan de uniformes escolares.
Luces empañadas por las sombras de un bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, que limita la posibilidad de imprimir libros y cuadernos, de tener máquinas para escribir en sistema braille, contar con ayudas técnicas y prótesis auditivas, por solo poner algunos ejemplos.
Cuánto más pudiera hacerse por el bienestar de niños que viven con alguna discapacidad en Cuba, si esta nación pudiera disponer de los 369 millones 589 mil 550 dólares que costó la política de Washington a este sector educacional entre enero y julio de 2021.
Cuánto más si durante unas seis décadas el bloqueo no restara a la economía cubana alrededor de 150 mil 400 millones de dólares.
Por suerte en la isla los derechos humanos no se contabilizan en cifras, y la máxima aspiración está siempre en una sonrisa, en la alegría.
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