Luis Beatón*
Muerte de peces, ganado afectado al beber esa agua e ingerir esos químicos, pérdidas de empleos, contaminación de fuentes de abasto del líquido vital conforman también en el 2022 un panorama preocupante en la más pequeña de las naciones centroamericanas.
Por ejemplo, al menos unas cinco mil toneladas de basura, en su mayoría de derivados del petróleo, se encuentran acumuladas en la superficie del embalse Cerrón Grande, arrastradas por las corrientes causadas por las fuertes lluvias que afectan al país durante la temporada de precipitaciones.
El llamado Pulgarcito de las Américas está entre las naciones donde la utilización del plástico de uso único en sus diferentes modalidades se convirtió en un arma de extinción masiva.
Las estadísticas a nivel global pasan de ser de alarmantes a aterradoras. Ahora, cuando la población mundial ya supera los ocho mil millones de seres, otras especies vivas están desapareciendo a un ritmo preocupante, escasean las cosechas y el hambre hace estragos en muchos países.
La Cumbre sobre el clima más conocida como COP27, celebrada en Egipto, acordó un fondo de pérdidas y daños para países vulnerables considerado “un avance simbólico, pero hasta ahora no es más que una declaración”.
El contenido del documento, coinciden científicos, dista mucho de lo que reclaman los millones de seres humanos afectados por el daño climático generado por la acción humana.
Los llamados no resuelven el problema, el mundo espera acciones más contundentes cuando el planeta se está marchitando; las motosierras, las excavadoras y los causantes de la contaminación siguen adelante, destrozando el planeta y convirtiéndolo en una tundra estéril y sin vida, según plantea la ciencia y divulgan campañas internacionales.
El secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, considera que la humanidad se convirtió en un «arma de extinción masiva» de la naturaleza a la que «tratamos como a un retrete», pues en su entorno van a parar todos los desperdicios contaminantes.
Sin embargo, la orgía de destrucción se mantiene, como evidencian acciones tales como la emisión diaria de mil toneladas de plásticos en El Salvador.
Para algunos llegó la hora de un cambio transformador en todas las partes de la sociedad y en la economía para estabilizar el clima, detener la pérdida de biodiversidad y trazar un camino hacia el futuro sostenible que queremos, señalan expertos y hombres de ciencia.
En la situación de El Salvador resalta la contaminación del Lago Suchitlán o embalse del Cerrón Grande, donde tributa el cauce del río Lempa el mayor que recorre el país hasta el Océano Pacífico.
Construido en el año 1973, para servir de reservorio a la Central Hidroeléctrica del Cerrón Grande, ese espejo de agua está en peligro junto a todo el reservorio de vida que lo rodea.
Las medidas del gobierno y de autoridades ambientales fueron poco eficaces para preservar la pesca, la generación de energía y la conservación de vida silvestre. Hoy el humedal es un ejemplo viviente de los efectos de la contaminación y allí el plástico no biodegradable cubre las aguas.
Según un informe del diario La Prensa Gráfica las toneladas de basura en la superficie del lago solo son «la punta del iceberg», pues podría contener ocho veces más en su profundidad.
Según Cesta, una organización no gubernamental que enfrenta los problemas ecológicos en el país, eso es solo un jirón de la polución que se puede observar, pero la mayor parte estaría sumergida en los fondos, para amenazar a las diferentes especies que habitan en el interior.
Al menos unas cinco mil toneladas de basura, en su mayoría materiales sintéticos, están en la superficie del embalse.
En opinión del presidente de Cesta, Ricardo Navarro, “la contaminación es terrible, hemos visto lo del embalse Cerrón Grande. Es como un témpano de hielo, uno ve una cosa impresionante en la superficie, pero ocho veces más hay abajo”.
Es posible recoger la parte que se ve, pero las micropartículas llegan al consumo y en el humedal habitan aproximadamente 300 especies de fauna y flora cuyo desarrollo está afectado, según organizaciones medioambientales.
En un informe emitido en este año por el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), denominado Inventario Nacional de Humedales de El Salvador, en el Cerrón Grande habitan 15 especies de peces, 18 de anfibios, 48 reptiles, 193 aves y 23 tipos de mamíferos, quienes estarían siendo afectados por los desechos sólidos allí existentes.
La alarma se incrementa aún más, pues muchas de las familias de peces pueden llegar a ser consumidas por las personas, quienes ingerirían así las partículas contaminantes alojadas en el organismo de esos animales.
En el área aledaña al embalse habitan más de 100 mil personas que hacen de la pesca y la agricultura su medio de subsistencia.
Los ingresos que antes eran normales, sobre los 100 dólares mensuales, ahora no se acercan ni a la mitad y muchos pescadores abandonaron su labor por pobre captura.
Hoy la basura, plástico, refrigeradoras, zapatos y muchos otros desechos alfombran las orillas del lago, en el sector ubicado en el municipio de Potonico, departamento de Chalatenango, así como en otras áreas.
La crisis está ahí en la basura, principalmente plásticos que no se degradan en muchos años, mientras los pescadores de la zona ya no faenan, los pobladores empiezan a sufrir problemas de salud y el ganado enflaquece a causa del agua contaminada.
Mientras, no cesan los llamados y las alarmas para evitar que el mundo de convierta en un basurero y la población cabe su propia tumba.
rmh/lb
*Corresponsal Jefe de Prensa Latina en El Salvador
