Músicos, artistas, amigos y seguidores recuerdan al Premio Nacional del Humor (2002), acompañado de su inseparable tres, la distinguida vestimenta compuesta por el sombrero «jipi japa», botines y traje al estilo de los años 40 del pasado siglo.
El bardo holguinero legó una amplia cartera de sones, tumbaos y guarachas, los cuales constituyen mezcla de sus experiencias personales, fábulas, cuentos, todos cargados de una chispeante picardía y un singular doble sentido.
En el documental “En Guayabero, Mamá… (Me quieren dar…)” (1984), del director de cine Octavio Cortázar, relata cómo surgió el popular sobrenombre de El Guayabero, tras una rápida fuga luego de “andar de zalamero con una linda trigueña, esposa de un cabo de la guardia rural” en tiempos de la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba (1952-1959).
De ese pasaje nació uno de los sones que asentaron su fama: “Trigueñita del alma, no me niegues tu amor/ Trigueña del alma, dame tu corazón/ (…) en Guayabero mamá me quieren dar…”.
Otros de sus versos más célebres son los dedicados a Marieta: “Marieta a mí me pidió, ay Dios/ tres pesos con disimulo. / Y me dijo que me pagaba, ay Dios /con el tiempo y sin apuro…”
Sobre su obra y talento el escritor y periodista Leonardo Padura, Premio Nacional de Literatura de Cuba, escribió en 1988: “Como los juglares (…), Faustino Oramas va cantando la crónica de nuestra vida cotidiana.
«Para ello cuenta con su voz potente, unos octosílabos inmejorables y el criollísimo humor del doble sentido, atributos que lo han hecho famoso y hasta imprescindible en la abultada memoria de la música popular cubana”, añadió Padura.
Mientras que para Pablo Milanés: “El Guayabero imprime una ternura especial como pocos, en tanto cultor de la picaresca. Él proyecta como nadie la cubanía de su verso y lo hace con bastante maestría”.
El juglar holguinero falleció en marzo de 2007, a la edad de 96 años en su tierra natal, desde donde desarrolló una prolífera carrera para llevar a varios países su ¡Santa Palabra!.
rgh/mlp