Volver a sus presentaciones, como la de este domingo en el Anfiteatro de La Habana Vieja, es regresar a la infancia de la mano de hijos y nietos, porque más de una generación de cubanos crecieron con sus espectáculos, bailes y canciones.
Lo mismo en La Habana, donde radica su sede central, que en diversas provincias del país que con el tiempo crearon sus propias colmenas. Además de regalar su arte en giras nacionales o en presentaciones que realizan en zonas afectadas por eventos climatológicos.
El embrujo de la tropa de Carlos Alberto (Tin) Cremata atrapa lo mismo a nietos, hijos, padres, estrellas de la música y el deporte, que a embajadores o presidentes que han sido parte de su público y fanaticada durante años.
No importa cual sea el espectáculo, La Cucarachita Martina, La Cenicienta según los Beatles, Ajiaco de sueños u otro, la magia se repite, la sonrisa aflora y la euforia se desata entre los espectadores con los acordes del Pícaro pilluelo.
La agrupación saca lo mejor de la gente, no solo de sus miembros; mientras sus niños actúan, entre el público desaparecen los problemas, las frustraciones.
El próximo 14 de febrero, La Colmenita cumplirá 33 años con la alegría de hacer feliz a los cubanos y no hay mejor regalo que ese.
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