Así calificó la ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), Elba Rosa Pérez, a los científicos e investigadores condecorados el pasado jueves con la Orden Carlos J. Finlay.
Esa distinción, la más alta que otorga el Estado cubano en el ámbito de la ciencia, es entregada a ciudadanos cubanos y extranjeros en reconocimiento a extraordinarios méritos y valiosos aportes al desarrollo de las ciencias naturales o sociales.
También premia a las actividades científicas o de investigación que hayan contribuido de forma excepcional al progreso en beneficio de la humanidad de instituciones y colectivos de trabajadores pertenecientes al Citma y al Grupo Empresarial de Grupo de las Industrias Biotecnológica y Farmacéutica (Biocubafarma).
Por sus resultados en 2022 fueron condecorados 49 personalidades de la ciencias cubanas, cuatro investigadores extranjeros y tres instituciones nacionales: el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, el Instituto de Cibernética, Matemática y Física y el Instituto Finlay de Vacunas.
La ocasión sirvió para que la titular del Citma resaltara las proyecciones del presente año, que se inició con mayores fortalezas para el avance de la investigación científica y el empleo de la ciencia y la innovación en el desarrollo del país.
En tal sentido han crecido las entidades de ciencia y tecnología, y se aprecia un mayor vínculo de las estructuras gubernamentales con los sectores del conocimiento para potenciar la innovación en función del desarrollo económico y social, con énfasis en el ámbito local.
Asimismo, se fortalece el proceso de transformación del Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación a partir de la implementación de políticas públicas con un adecuado marco legislativo.
Como antecedente para sentar esas bases, en 2022 el Consejo Nacional de Innovación avanzó en su gestión y se ocupó de estudiar las mejores prácticas dentro y fuera del país para la integración de las prioridades nacionales a las políticas vigentes.
No obstante, aún es bajo el nivel de introducción y generalización de los resultados científicos y tecnológicos, lo que contrasta con un potencial de ciencia, tecnología e innovación relativamente alto, en relación con el tamaño de la población.
Para revertir esas deficiencias es necesario articular los saberes de científicos, académicos y expertos, concatenar las estrategias de desarrollo con los sistemas productivos locales y rescatar ideas que años atrás se pusieron en práctica y fueron exitosas con probados resultados en el ámbito económico, entre otros.
Ante estas realidades, las prioridades deben estar en la gestión de gobierno basada en la ciencia e innovación, utilizar el método científico de forma más intensiva en la solución de los problemas, atender a los recursos humanos dedicados a investigación y el desarrollo y estimular la contribución de los jóvenes.
Otras líneas se encaminarán a dinamizar los parques científico-tecnológicos y las empresas de interfaz y alta tecnología, en función de las necesidades de desarrollo con la participación de las ciencias sociales y humanísticas para aportar propuestas integrales con alcance nacional y local.
Relevante será también avanzar en las estrategias de la economía circular, los planes para el enfrentamiento al cambio climático, la dinámica demográfica, la diversificación de la generación energética, la sostenibilidad económica, el enfrentamiento a crisis sanitarias epidemiológicas, el desarrollo de nuevos y mejores tratamientos, y la generación de nuevos medicamentos para la prevención de enfermedades.
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