Ese popular pregón, que para algunos llega a ser irritante por momentos y para otro muy gracioso, se cuela en cualquier parte y a cualquier hora. Hasta desde un mismísimo piso nueve de una oficina en el cercano malecón habanero se puede alcanzar a escuchar.
La frase se repite por doquier en aquellos que salen, bicicleta en mano e improvisada nevera de poliespuma, a vender “el bocadito de helado”.
Cuentan que en este caso, la acuñó un vendedor ambulante que, de tanto vociferar, se le ocurrió grabarse en un teléfono, compartir la grabación con un amigo de profesión y de ahí se volvió viral.
Este es, para muchos, uno de los pregones más conocidos de la Cuba de hoy, donde esa tradición de antaño perdura e incluso se ha ido modificando, hasta formar parte de la jerga popular y algunos se han convertido ya en creativos memes de las conversaciones en las redes sociales.
Frase ya acuñada en la cotidianidad pregonera de la Cuba de este siglo, la del bocadito de helado ha llegado a ser tan popular, que en una jornada laboral de cualquier centro de trabajo, suena como un resorte al colarse por cualquier oficina e irrumpir una reunión, para dar paso a la risa colectiva.
Pero no es solo esa. Si ya algunos soltaban las carcajadas con la ingeniosidad de los vendedores de flores, los reparadores de colchones o los que compran “cualquier pedacito de oro” (esta última plasmada para la posteridad en una canción de reguetón), hay otras que se han ido modernizando.
Y ahí están los infaltables y siempre memorables vendedores de maní. De aquella latica caliente donde nuestros abuelos solían venderlos en una noche de malecón habanero, a esos que se pasean hoy por el casco histórico con sus cestas y recurren ahora a los micrófonos inalámbricos para pregonar la inmortalizada canción de Moisés Simons.
La interpretación de El Manisero en la voz de la legendaria Rita Montaner se convirtió en un himno pregonero que perdura. No así el yerbero, que poco a poco se ha ido extinguiendo o los afiladores de cuchillos que se sentían a un kilómetro al resonar su identitaria armónica.
«El pay de coco y de guayaba, el original”, se escucha en una céntrica esquina de la barriada de El Vedado, “el coquito acaramelado”, dice otro, la tartaleta de guayabaaaaa (esta con s» “Stickers ya para “mensajearse” por cualquier red social) y así un sinnúmeros de pregones.
Qué decir de los que salen a vender ollas, trapeadores, jarros de aluminio, palitos de tender, sin olvidar a los siempre queridos tamaleros o los vendedores de pan.
Diría una vez el fallecido novelista cubano y Premio Cervantes, Alejo Carpentier, que “el pregón callejero o los accesorios que sirven para anunciar sonoramente una actividad o tipo de comercio, se cuentan entre las cosas más misteriosas que pueden atraer la atención de un hombre”.
Nada más cierto, quieras o no, una buena voz con un jocoso pregón o un autoparlante que te hacen girar la cabeza de un tirón o te entonan (o a veces desentonan) el oído. Y es que este ritual es parte intríseca de la manera de ser del cubano, de su folclor y cotidianidad.
En estos tiempos vertiginosos, donde para vender hay que tener gracia y arte, los cubanos se las han inventado para modernizar sus pregones y un ejemplo palpable fue, no hace mucho, un video que también se hizo viral en internet.
En un ómnibus (dígase guagua en la isla caribeña), un “rapero de los caramelos de sabores” hizo de las suyas para intentar vender su mercancía. Osmany Fonseca, o más bien “Papito el caramelero”, le sacó una sonrisa a más de uno en una popular ruta:
«Caramelos producidos por Meriño: ¿no le van a llevar a los niños?. Caramelos de Santa Lucía, ¿van a llegar a la casa con las manos vacías?. Caramelos del Pinar, ¡hasta que no me lo compren no me voy a callar!, con sabor a limonada, llego hasta la última parada”, decía a pura rima y sabor.
Ya sea a ritmo de rap, reguetón, repentismo o simplemente una grabación repetitiva por doquier, los pregones en La Habana de este siglo siguen haciendo de las suyas, llenando de matices sonoros a una ciudad donde nadie queda indiferente ante el llamado de “el bocadito de heladooo”.
jha/may