Por Adis Marlén Morera
Periodista de la redacción de Cultura de Prensa Latina
Su apariencia muestra el transcurrir de los años, pero esconde la huella de su sabiduría dentro del universo cinematográfico al expresar humildad ante los elogios que realzan aún más su obra.
PASIÓN POR AZAR
Con solo 17 años de edad llegó a La Habana proveniente de su natal Granma, en el oriente cubano, en busca de oportunidades. Aquí mostró por primera vez afición por el cine y por una labor que le valdría tiempo después el cariño y la admiración de quienes compartieron con ella cada proceso de rodaje.
«Al llegar me hablaron de un curso de maquillaje que impartían en el Icaic (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos), desde el primer momento me gustó mucho y tuve el privilegio de contar con excelentes profesores como Rolando Zaragoza y Vladimir Petrina, destacó en diálogo exclusivo con Prensa Latina.
Aunque ambos eran muy exigentes, nunca tuve problemas con ellos, siempre presté mucha atención a lo que me explicaban y por eso todo me salía bien», refirió.
Fue así, como por azar del destino y rodeada de luces y cámaras, que entregó talento y pasión a medio centenar de películas, entre las que sobresalen La salación (1965), Manuela (1966), La muerte de un burócrata (1966), Lucía (1968), La bella del Alhambra (1985) y escenas en Cuba de Rápido y Furioso 8 (2017).
Igual de extensa es la lista de actores y actrices con los cuales compartió detrás de escena, entre ellas primeras figuras como Raquel Revuelta, Idalia Anreus, Daisy Granados, Eslinda Núñez, Mirta Ibarra, Isabel Santos, Beatriz Valdés, Sergio Corrieri, José Antonio Rodríguez, Jorge Perugorría, Enrique Molina, Mario Balmaseda y Luis Alberto García, por citar algunos.
Escucharla hablar es un viaje al pasado, pues innumerables anécdotas avalan años de creación junto a cineastas de la talla de los cubanos Tomás Gutiérrez Alea (Titón), Fernando Pérez y Humberto Solás y el chileno Miguel Littín.
Su amistad con Solás tuvo un especial significado en su transitar por el séptimo arte.
“Tenía un carácter fuerte, pero entendía perfectamente lo que uno le explicaba, si algo me parecía incorrecto se lo comentaba y entre los dos llegábamos a un acuerdo. Siempre mantuve muy buena relación con él y con los otros directores”, argumentó.
Maquillar puede resultar fácil para muchos, sin embargo, los personajes en el cine requieren un profundo análisis y horas de consagración en las que maquillista y cineasta conjugan ideas hasta lograr el resultado que ambos desean.
Lo primero que hacemos es leer el guión, luego nos reunimos con el director para saber qué tipo de maquillaje quiere para cada actor, sin llegar a los excesos, es un proceso que toma tiempo y debe estar bien definido, detalló.
HONOR A QUIEN HONOR MERECE
Además de una fuerte personalidad, a Magaly la distingue el amor y la dedicación a su profesión, motivos por los cuales le fue conferida la medalla Raúl Gómez García, la más alta condecoración del Sindicato Nacional de la Cultura, el Reconocimiento Especial por la Obra de toda la vida en 2017 y el Premio Nacional de Cine 2023.
“Soy muy respetuosa y exigente con mi trabajo, mis profesores me enseñaron que no se debe hablar mientras maquillas, pues interrumpes el proceso de concentración del artista. No importa que me llamen majadera, lo que realmente me preocupa es que todo lo que haga quede perfecto”, puntualizó.
Al entregarle el lauro que la tomó por sorpresa, el director de cine y guionista Manuel Herrera comentó:
«Magaly es una personalidad en el cine cubano, en esos que hemos llamado los oficios invisibles porque no se conocen popularmente, pero son imprescindibles».
En los primeros 60 años del Icaic, ella ha tenido un desempeño notable, pasando de ser de una mujer campesina, noble, del interior del país a convertirse en una maquillista de proyección latinoamericana.
Su trabajo ha influido no solo en el cine cubano, sino que también lo hizo en el de la región, sobre todo en la época del boom del Nuevo Cine Latinoamericano, cuando trabajó en muchas películas.
Es una persona que se ha modernizado con los tiempos y eso hace que la gente joven quiera trabajar con ella y realmente todo el jurado está muy contento por haber llegado a esa conclusión.
A raíz de la selección, Pompa integrará el tribunal de la próxima edición de este premio que cada año reconoce a aquellos cineastas, cuya obra contribuye de manera significativa al desarrollo artístico de la nación.
Las manos de Magaly Pompa encierran la sabiduría y el legado de más de 60 años dedicados a esta profesión, con absoluta delicadeza emergen tras la gran pantalla para otorgarle al cine una imagen e historia hecha colores.
arc/ama