El desplome de una pared en el interior de la chimenea de la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras en el momento que cuatro trabajadores de la unidad ejercían labores de mantenimiento despertó los recuerdos aún vivos de los millones de cubanos que dejan caer lágrimas de sus ojos cuando, otro «hijo de esta tierra» se encuentra en peligro.
Podría decirse que los viernes en Matanzas ya tienen guardados páginas de luto en el libro de la vida y aunque el encontrar con el corazón latiendo a fuerza de poder a dos trabajadores devino una alegría inmensa, la muerte de otro hería grave a la conocida como Atenas de Cuba.
La lucha incesante por hallar al obrero desaparecido hizo que este fuese un sábado en Matanzas diferente y a la vez tan parecido a otros, pues las salidas en familia, el compartir en casa, tal vez la simple idea de una jornada de descanso, ya no serían la rutina sabatina, sin embargo, el pelear con los puños apretados y con el alma en la mano denota semejanzas a cualquier momento porque así es el cubano.
En la Guiteras cada minuto parecía horas, bomberos, personal de rescate y salvamento, ingenieros, periodistas y tantos otros hombres y mujeres de diferentes profesiones evidenciaban en sus rostros que la vida había vuelto a golpear duro a la misma ciudad y en una zona aledaña a la Base de Supertanqueros.
A la mayoría de los protagonistas que entablaron partida de ajedrez con la vida en el incendio de agosto último le tocaba nuevamente escoger cada jugada en busca de aportar un granito de arena en pos de encontrar a Lázaro Montero Pita, el cuarto trabajador desaparecido.
El tiempo pasaba y con él venían recuerdos de noches de insomnios, retrospectivas de ideas que se reflejaban en la cara de muchos que de seguro pensaban en el incendio y el dolor que causó a una ciudad viva, llena de colores y amor, pero a la vez tan humana que con cada respirar se siente el peso de la solidaridad.
Sábado duro de mucho sol, calor, hollín por doquier que emanaba de las entrañas de la Guiteras cuando monstruos de acero devenidos aliados de los hombres rompían paredes y abrían caminos para poner fin a una historia que tenía a la muerte de nuevo como protagonista.
Había cansancio sí, tristeza también, pero la voluntad y los deseos de que las manos temblaran por el trabajo te ponían en una escena en el que parecías actor de reparto con un guion corto y celular en mano, pero el ver y contar lo que esos guerreros peleaban te llevaban a la realidad de que luchas junto con ellos.
Cuando casi caía la noche y el reloj marcaba las 20:00 hora local, el hallazgo del cuerpo del obrero desaparecido ponía fin a las esperanzas utópicas de encontrarlo vivo y por segunda jornada consecutiva los corazones se estrujaban de dolor.
La vida es un juego de momentos en los que no sabes cuando dejarás de ser partícipe y tal parece que Matanzas resulta guerrero predilecto capaz de enfrentar gigantes con el arma de la voluntad de los hombres como la encargada de enfrentar el camino de la muerte.
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