Para recordar en esta jornada a la notable escritora en el aniversario 26 de su fallecimiento, se le rinde homenaje, con destaque en uno de los momentos más especiales de su vida en la literatura: la hora en que recibió el Premio Miguel de Cervantes.
Corría el año 1992 y en la ciudad donde naciera el autor del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (Alcalá de Henares), más específicamente, en el paraninfo de su universidad, la dama de las letras de Cuba recibía algo tardía, con 90 años, el prestigioso lauro.
En su discurso de agradecimiento escribió que aún era más gratificante recibir tanta honra de manos del rey Juan Carlos I.
La homenajeada estaba ya en el ocaso de su vida, pero con tanta lucidez redactó la alocución, como si la primavera naciera en ella, que ensalzó el humor impregnado en las páginas del Quijote y recordó cómo su padre, el General Enrique Loynaz, encontró el ejemplar durante una de sus campañas.
Dulce María lo denominó el «libro inmortal» y ese gigante de la literatura universal, como los mismos titanes descritos por el aventurero delirante, fue uno de los que en casi toda su trayectoria inspiró a la audaz literata.
La Loynaz (10 de diciembre de 1902-27 de abril de 1997) está considerada una de las principales figuras poéticas, tanto de Cuba, como del mundo.
No solo escribió poesía, sino también prosa. Uno de los títulos más reconocidos es su novela Jardín, escrita entre 1928 y 1935, la cual constituye una preciada obra y un poderoso templo lingüístico, una suerte de cofre resguardado con sus más valiosos tesoros.
La escritora mexicana Socorro Venegas, editora de la nueva reimpresión de Jardín, en la pasada edición de la Feria del Libro se refirió a la poetisa como una personalidad poliédrica, de muchos rostros.
Son facetas de su vida que no conocía. Tuve la oportunidad de apreciar su recopilación de abanicos y de muñecas; de adentrarme en esa mente tan brillante, evocó.
La nonagenaria escritora cubana publicó muchas series de poemas y aunque se graduó en abogacía, su vocación era plasmar en cuadernos la lírica que le encendía el alma. La poesía era su idílica compañera.
Entre sus obras más importantes se encuentran el poemario Juegos de agua, Poemas sin nombre y Un verano en Tenerife, un libro de viajes.
Durante todo su recorrido literario recibió gran cantidad de premios y honores, y aquí se destacan, además, del mencionado Cervantes, la gran cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio (1947), y el nombramiento de dama de la Orden de Isabel la Católica.
En Cuba recibió la orden cultural Félix Varela y el Premio Nacional de Literatura.
mem/dpm