En el andar por las empedradas calles y callejones que unen destinos entre elevaciones y llanos aparecen algunos de los elementos que acompañaron a quienes fundaron la localidad, con mayor presencia los vetustos y oxidados cañones.
En los principales accesos de la Plaza Mayor, centro urbano de la opulencia local ganada con la explotación de los esclavos en el Valle de los Ingenios, se observan las antiguas armas que con el tiempo abandonaron los barcos o fueron traídas para protección local.
Ya sus bocas del terror no miran al mar ni a la montaña, están enterradas en las esquinas como ancianos guardianes, admirados por ser testigos de las épocas de la colonización, de la cristiandad, la esclavitud y el mestizaje simiente de la nacionalidad cubana.
Entre los lugareños se conservan las motivaciones de la colocación de los morteros en las esquinas como indicativo, la mayoría de privilegio del dueño de algún palacio o destacada construcción de los siglos XVIII o XIX, otras cumplen como elemento decorativo.
En conversaciones con .el especialista y amante de los secretos trinitarios, Víctor Echenagusía, se conoció que esas pesadas piezas cuando eran declaradas viejas, inservibles, pasaron a cumplir como un recurso atractivo en Guardacantones.
Pedro Pablo, conocido por su gusto por el danzón, afirmó a Prensa Latina que los cañones “boca a bajo” son símbolos de la villa, en su momento cumplieron como protección contra los asaltos de corsarios y piratas o medios de artillería en las embarcaciones de guerra.
En la actualidad, siguen presentes como testimonios de una época de dominación, de guardianes de grandes mansiones, ahora convertidos en protectores de esquinas, de golpes o para delimitar espacios en la parte colonial.
Entre los cañones que existen están algunos de la bateria situada en el Castillo de San Pedro -solo quedan vestigios-, en el puerto de Casilda, construida para defender la entrada del puerto, al igual que el situado en la Boca del Guaurabo.
Las riquezas existentes en la villa eran la codicia de los piratas y según estudios los primeros asaltos fueron de los Ingleses en 1642 y 1654. Documentos de los Archivos de Indias, España, relatan que seis buques penetraron en el puerto sin hostilidad.
Cinco décadas después, el 4 de noviembre de 1702, el pirata Carlos Gant desembarcó en Casilda con 300 hombres, robando todo lo que pudo, incluido los vasos sagrados de la iglesia parroquial .
Este episodio dio origen a que el Capitán General Pedro Benítez de Lugo, creara en Trinidad dos compañías de milicias y colocara un cañoncito en lo alto del cerro de la Popa, desde entonces se le denomina Vigía.
Nuevos acontecimientos llevaron a la fortificación de la tercera villa. En 1716 el pirata inglés, Jenning, atacaba y asaltaba embarcaciones incluyendo las que llegaban o salían de Trinidad.
Otro momento en que el teniente Gobernador, el capitán Gerónimo de Fuentes y Fuentes, nacido en Trinidad, organiza más milicias y fortificara con garitas a Casilda y Guaurabo.
Se organizaron cinco partidas para proteger la ciudad, «no quedó vecino con edad y salud para empuñar las armas que no se inscribiese» sentían como propia la defensa de vidas, bienes y haciendas, afirmaba un bando de la época.
En cada asalto de corsarios y piratas los peninsulares y trinitarios, con las armas arrebatadas y las otorgadas por la corona, supieron defender a sus familiares y bienes, y como muestra de aquellas batallas quedan los cañones contando la historia de la Trinidad de Cuba, ratificó Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara, el historiador oficial de Trinidad ( 1926-2009).
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