‘Fue la primera tribuna antimperialista de la Revolución’, aseguró en declaraciones a Prensa Latina la basquetbolista Margarita Skeet, integrante de la representación tricolor que venció las adversidades y peligros impuestos por Washington y conquistó su derecho a participar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Puerto Rico-1966.
Justo es recordar la batalla que libraron deportistas, dirigentes, periodistas, árbitros, personal médico, instructores, chaperonas de la delegación y los tripulantes, quienes a cinco millas de la capital boricua, San Juan, y a bordo del carguero Cerro Pelado expresaron su disposición de llegar a nado de ser necesario para representar al país en la lid regional.
Allí, con el respaldo unánime de todas y todos, el jefe de la delegación, José Llanusa Gobel, acusó al Gobierno de Estados Unidos de injerencista en unos juegos auspiciados por el Comité Olímpico Internacional.
Igualmente, exigió a los organismos deportivos detener las maniobras norteamericanas para impedir la participación de Cuba y llamó a los atletas latinoamericanos y a los de todo el mundo a organizarse para defender el derecho de representar a sus pueblos.
Fue aquella acción un canto a la vida, al deporte, a la humanidad, y gracias a esa postura y a la estrategia del autor de La Historia me Absolverá y líder histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz, se rompieron las cadenas que pretendía imponer el vecino del Norte a la mayor nación de las Antillas, cuyo nuevo movimiento deportivo comenzaba a alcanzar sus primeros resultados internacionales, a la par de iniciar una actividad masiva en toda la ínsula.
Ejemplo imperecedero para las actuales generaciones de deportistas fue el ejemplo de los atletas, quienes transformaron la cubierta del buque en un gran centro de entrenamiento, y no temieron caer al mar durante el traslado a otras embarcaciones de menor calado en las que llegaron a la sede de las competencias.
Héroes y heroínas de entonces todavía tenemos el privilegio de que estén en distintas localidades del país para contar vivencias no sólo de la aquella contundente Declaración del Cerro Pelado, sino de la travesía en el barco, de las peripecias para bajar en el traslado, de los enfrentamientos en tierra con agente provocadores, auspiciados desde Miami, y el respaldo de los independentistas portorriqueños.
Ahí están el primer medallista olímpico del deporte en Revolución, Enrique Figuerola, los esgrimistas Gustavo Oliveros y José Antonio Díaz, los atletas Ester Ruiz, Juan García, Abelardo Pacheco, Hermes Ramírez, Carmen Romero y Lázaro Betancourt, los futbolistas Gregorio Dalmau y José Verdecia, los voleibolistas Gilberto Herrera y Ayda Lominchar, los baloncestistas Inocencio Cuesta y Ruperto Herrera; el pesista Rolando Chang y el ciclista Raúl Vázquez, entre muchísimas glorias del deporte.
Ellas y ellos continúan siendo ejemplo de constancia, dedicación, altruismo y amor a la patria. Rendirles tributo en el barrio, en las entidades del deporte constituye un deber inalienable en estos tiempos en que se acosa a los nuevos valores con ofertas económicas y cantos de sirena.
Otras destacadas figuras hoy fallecidas como Miguelina Cobián, Gustavo Rollé, Lupe Lara, Fermín Espinosa, María Luisa Serret, Jaime Davis, Alfredo Street, Félix Betancourt, Sergio Pipián Martínez, Luís A. Morales, Julio Blanco, Ramón Peñalver, Ibrahín Cepero, Eugenio Martínez, entre tantas, irradian luces en el universo.
Para esa pléyade de glorias deportivas, la admiración y el respeto por su entrega, dignidad y defensa del deporte en el aniversario 55 de la Declaración del Cerro Pelado.
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