Fundada por el Adelantado Diego Velázquez de Cuéllar en enero de 1514 la tercera de las siete primeras villas asentadas en Cuba por los españoles preserva en su centro histórico urbano, declarado en 1988 por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad, el sabor de antaño.
En el libro Contrapunteo cubano del arco y el horcón la Doctora Alicia García Santana dice que “Trinidad es un caso excepcionalísimo. Es, sin duda, uno de los testimonios arquitectónicos y urbanos más importantes de Cuba y de la América Latina”.
Y agrega: “Por haberse conservado sin transformaciones esenciales, mantiene la imagen de lo que fueron las antiguas ciudades cubanas. Las edificaciones de Trinidad conservan los elementos arquitectónicos característicos de la etapa colonial (…)”
A esta localidad que salvaguarda joyas arquitectónicas que aún en nuestros días deslumbran al visitante nacional y foráneo, como las mansiones y palacetes en pie pese al paso implacable de los años, el historiador Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964) la definió así:
“Por su admirable situación topográfica, la belleza del lugar y el haber conservado la ciudad sus calles, plazas, casas e iglesias sin variaciones apenas que alteren el sello típicamente colonial, Trinidad es hoy tal vez la más interesante y digna de visita y estudio de todas las ciudades cubanas (…)”
Como prueba de ello todavía se yerguen altivos los palacios Brunet y Cantero, que desde hace años albergan a los museos Romántico y Municipal de Historia, respectivamente.
Muchas casonas exhiben ventanales que van desde el techo hasta el suelo, protegidas por balaustres de madera preciosa y en otros casos con bellas rejas de metal, mientras los interiores guardan con celo valiosos objetos antiguos, coloridos medio puntos y pinturas murales.
En otro de sus libros, la destacada investigadora Alicia García Santana definiría a Trinidad de Cuba como “un don del cielo”.
La otrora villa de la Santísima Trinidad atesora también tradiciones artesanales que datan de la época colonial como la ebanistería, la alfarería, el pregón y la cultura africana.
El Valle de los Ingenios fue un exponente del desarrollo azucarero alcanzado por Trinidad durante esa etapa y en años recientes en este sitio -Patrimonio Cultural de la Humanidad- fueron restauradas varias casas-haciendas que en la actualidad lucen sus mejores galas.
Para algunos estudiosos la quiebra económica de mediados del siglo XIX, entre otros factores, contribuyeron a la conservación del centro histórico urbano y “Trinidad se detuvo en el tiempo”.
Llega a nuestros días conservando el patrimonio edificado y el inmaterial. Sin detener el paso sigue buscando nuevos derroteros hacia el desarrollo, incluido el turístico al ser un importante destino.
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