Esta planicie al sur de esta central provincia de Cuba muestra un contexto de florestas, sembradíos, senderos y ríos donde la población indígena vivió, cultivó la tierra y dejó su impronta en la lucha contra los conquistadores españoles.
El emporio también conocido como Valle de San Luis tuvo relevancia en la conformación de una de las zonas de mayor prosperidad de la isla en los siglos XVII, XVIII y XIX y logra notoriedad cuando en 1988 fue declarado junto a la tercera villa patrimonio mundial.
Aquí se conservan las ruinas de más de una decena de trapiches, fábricas procesadoras de azúcar de caña, arqueólogos e investigadores han puesto al descubierto campanarios, maquinarias tradicionales, barracas y medios de trabajo.
Para el historiador oficial de Trinidad, Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara (1926-2009) ese bienestar que proporcionó riquezas a peninsulares y algunos nacionales fue la suma de sufrimientos de esclavos africanos en las plantaciones cañeras.
El valle fue sitio donde convergieron las huellas de las culturas aborígenes, el vasallaje, la arquitectura colonial y las guerras de independencia de finales de 1900, dijo a este redactor el estudioso que marcó el rescate del contecto histórico de la villa.
El boom azucarero resumió el proceso de la naciente nación cubana, la colonización alternaba para consolidar su poder, mientras los primeros locales con abolengo buscaban reconocimiento dentro la sociedad.
La mano esclava fue el sustento de esa incipiente industria del azúcar. Entre 200 y 300 negros africanos eran la dote de los trapiches. Hombres y mujeres que malvivían en barracones y trabajaban de sol a sol.
Según estudios muchos de esos individuos desterrados y explotados, se rebelaron y unieron a las fuerzas mambisas para luchar contra los colonizadores españoles a finales del siglo XIX.
Ese despertar está muy vinculado asimismo a los aportes de la modernización de la industria local y la introducción en 1856 del ferrocarril, mucho más temprano que en algunos países de América.
Las cajas o bocoyes de azúcar concentrada eran trasladados desde Magua, un paradero dentro del valle, hasta el puerto de Casilda donde eran embarcadas.
Diversos factores dieron al traste con la producción de crudo: la extracción de azúcar de remolacha que abarató los precios, la crisis económica mundial de 1857 y el inicio de la Guerra de Independencia en 1868.
En la actualidad el valle conserva ese tesoro agroindustrial en las haciendas de Buena Vista, Guáimaro, Manaca-Iznaga, la Pastora, San Isidro, Delicias, Magua, Guinía de Soto, Algaba, Guachinango, entre otras.
Cada objeto, vivienda o un añejo trapiche es parte de un conjunto hombre-naturaleza,en armonía con la hermosura del valle que se integra a ese gran derrotero natural que es Cuba.
Ahora Trinidad rescata tradiciones para celebrar su cumpleaños 510 de su fundación, en enero próximo, la ciudad colonial considerada el mayor museo viviente de América mostrará costumbres, usanzas locales, bailes y fiestas religiosas y campesinas.
mem/rga