Por primera vez en el continente americano, Finlay hizo su presentación en el contexto de la V Conferencia Sanitaria Internacional celebrada en Washington, Estados Unidos, entre los meses de enero a marzo de 1881.
El eminente médico asistió como delegado especial por Cuba y Puerto Rico dentro de la delegación española.
En el cónclave –que contó con la asistencia de delegados de varios países- uno de los temas más importantes tratados fue la transmisión de la fiebre amarilla.
El 18 de febrero de 1881, Finlay tuvo la oportunidad de dar a conocer al mundo su revolucionaria hipótesis, que transformaría con posterioridad el pensamiento médico y científico relacionado con la fiebre amarilla.
Recuerda el sitio Infomed, que en aquella ocasión Finlay expresó: existen tres condiciones para que la fiebre amarilla se propague, en primer lugar la existencia previa de un caso con la enfermedad, comprendido dentro de ciertos límites de tiempo con respecto al momento actual.
En segundo, presencia de un sujeto apto para contraer el mal y finalmente ‘la existencia de un agente cuya existencia sea completamente independiente de la enfermedad y del enfermo, pero necesaria para transmitir la enfermedad del individuo enfermo al hombre sano’.
La tercera condición aseguraba que la fiebre amarilla sólo podía ser transmitida por un agente intermediario.
En aquel momento, Finlay optó por abstenerse a indicar al mosquito como ese agente intermediario, para evitar mayor rechazo y escepticismo por parte de la comunidad médica mundial.
De regreso a Cuba, realizó experimentos con voluntarios y no sólo confirmó su teoría, sino que descubrió también, que el individuo picado una vez por un mosquito infectado quedaba inmunizado de esa enfermedad.
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