Este comportamiento, se manifestó de forma similar a nivel internacional, resalta en declaraciones a Prensa Latina la coordinadora del proyecto cubano Eco Rizos, María Carla Figuerola.
Nacido durante la pandemia, Eco Rizos constituye una comunidad de cultura del bienestar enfocada en producción y consumo con tres líneas de trabajo: Cosmética Natural Artesanal, Moda Sostenible y Estilos de vida socioambientalmente responsables, define Figuerola.
Añade también que, en el contexto cubano, el resurgir de la cosmética natural artesanal coincidió con una escasez general de abastecimientos incluidas el área de la belleza y la cosmética.
La gestora principal de Eco Rizos añade que el aislamiento durante la pandemia posibilitó la apertura de la cosmética natural artesanal hacia nuevos públicos y las marcas existentes multiplicaron, de cinco registradas y posicionadas a unas más de 100 actualmente.
Así nacieron emprendimientos y marcas como Tienda Sedavid, Q’Negra, Reina María, ThaliAfro, Eve Corazón de Melón, Sanem, Isabella Cosmética Natural, D’Brujas, Daya Cosmética, Jon Athan CG Fitocosméticos, entre otras.
La coordinadora de Eco Rizos subraya como elemento distintivo del área en la isla -en relación con los otros emprendimientos dentro del ecosistema- que los negocios nacen con una muy clara identidad; una marca a defender en cuanto a propuesta de valor y también un trabajo de segmentación de público, por preferencias y diferentes criterios, más allá de lo sociodemográfico. Destaca la diversidad en cuánto a zonas de especialización, estrategias de mercado, esquemas productivos y abanicos de productos o catálogos.
La coordinadora de Eco Rizos afirma que el liderazgo de estos negocios en su mayoría es femenino, aunque constituyen un gremio inclusivo donde los hombres y líderes de negocios son bienvenidos.
Señala como determinantes la historia cultural de patrones de socialización y la ubicación de la cosmética natural artesanal dentro del universo de los cuidados tradicionales.
“Es un saber que aprendemos de las madres, abuelas, de los libros y revistas que ellas utilizaban y se hace en el patio o jardín, con plantas allí sembradas, con los utensilios de cocina y esos son territorios considerados femeninos”, puntualiza.
En el caso de Cuba, estas mujeres se quedaron sin empleo durante la pandemia o tuvieron que encontrar nuevas formas de ganar dinero por la vía teletrabajo u otras y encontraron en el área de la cosmética natural un modo de expansión y autorrealización.
A la vez, es un desafío pues a la doble jornada laboral de estas mujeres de trabajo en el sector privado o público, cuidado de la familia y del hogar, se unió una tercera, la dedicada al emprendimiento, a producir, a gestionar la visualidad en las redes sociales, apunta.
“Todavía en algunos estratos de la sociedad cubana parece una osadía que sean mujeres las que lideren negocios y que tengan a su vez hombres a su cargo”, advierte Figuerola.
De ahí que realza como los principales obstáculos para el desarrollo de estos emprendimientos los histórico-culturales; es decir: prejuicios, tabúes y arraigados socialmente.
A estos agrega los relacionados con el acceso a fuentes de financiamiento, a esquemas productivos de mayor alcance o redes de apoyo legal o financiero que permiten a un negocio crecer”.
Como importante resalta que el gremio, por lo joven y quizás por lo pequeño – algunos de estos negocios son unipersonales – funciona como una comunidad y prevalece la sororidad.
Las emprendedoras comparten contactos, proveedores, fórmulas, información y en ese intercambio se hacen más fuertes, notorias y eso no afecta a las marcas porque cada una se apropia de ese saber de una manera diferente, subraya.
Somos ricas en resiliencia, afirma la gestora principal del II Encuentro de Cosmética Natural Artesanal en el país, realizado bajo el eslogan “Comparte el valor”; inspirado en esos valores de sororidad, intercambio de saberes y autenticidad que comparte la comunidad, con la aspiración de seguir creciendo, uniendo y fortaleciendo.
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