Como ocurre con las personas, los aniversarios cerrados tienen algo de expectativa y de mayores preparativos y eso ocurre también en el caso de este cumpleaños de la tercera de las siete primeras villas fundadas en Cuba por los conquistadores españoles.
Por ello, la ciudad vibró por estos días y reanimó su rostro con el remozamiento y las diversas obras que se concluyeron y que harán más placentera la vida de los residentes en la conocida como Ciudad Museo del Caribe.
Su centro histórico, declarado en 1988 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), junto al Valle de los Ingenios, Patrimonio Cultural de la Humanidad, constituye uno de los conjuntos más notables de Cuba y de América.
La otrora villa de la Santísima Trinidad, fundada en enero de 1514, suma al citado reconocimiento de la Unesco los títulos de Ciudad Artesanal del Mundo y Ciudad Creativa en Artesanías y Artes Populares.
Visitar la añeja urbe es adentrarse en una época lejana, pero que ha trascendido hasta nuestros días en la majestuosidad de sus mansiones convertidas muchas en museos, en sus calles empedradas, en bellas verjas y aldabas, leyendas, gastronomía, artesanía y bordados.
Para conocerla bien hay que adentrarse en callejuelas y plazoletas, saber de historias y mitos trasladados de generación en generación, de esos nombres de sus calles que permanecen en el tiempo y la memoria afectiva y sobre todo llegar al corazón del trinitario.
Y aunque algunas de sus calles pueden denominarse Dolores, Amargura o Desengaño sus habitantes son felices allí, en tanto serán capaces de abrir las puertas de su casa si un amigo lo necesita y seguirán apreciando la dicha o fortuna de vivir en esa ciudad.
La arquitectura, el pasado de riqueza sobre la base de la explotación esclava, las leyendas y el contraste entre el mar y las montañas cautivan al visitante y lo hacen volver para embriagarse con una urbe casi única, capaz de hechizar ya que le sobran atractivos.
Por si fuera poco en una de esas antiguas casas de la ciudad se hospedó el insigne naturalista y geógrafo alemán Alejandro de Humboldt (1769-1859), en marzo de 1801.
Textos consultados indican que fue el eminente educador José de la Luz y Caballero quien definió al sabio alemán como el “segundo descubridor de Cuba”.
Privilegiada es Trinidad, una ciudad que embruja y que por sobre todas las cosas salvaguarda su patrimonio material e inmaterial como digna dama de cinco siglos y un poco más, convirtiendo en milagro el barro bajo las prodigiosas manos de la familia Santander.
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