Luego de recibir este importante lauro en el marco de la edición 32 de la Feria Internacional del Libro de La Habana, el narrador conversó con Prensa Latina sobre esa pasión que alimenta su alma y le permite enamorar desde la creatividad de sus relatos.
El autor, visiblemente emocionado, considera que no se escribe por un premio, “la literatura se hace como a un hijo, como se besa, sueña y muere por la patria, expresó.
En su opinión, si la obra coincide con la longitud de onda de los lectores, si provocas emociones en quien te lee, o contribuyes a forjar mejores seres humanos, ese ya es un premio.
Los lauros no existen, se los inventamos a la realidad. La verdadera existencia es la obra y el tiempo el verdadero jurado, reflexionó.
De Águila defiende aquellos sentimientos que ennoblecen el alma, la humildad se impone en momentos como este y no puede faltar en quien ejerce el oficio de la palabra escrita.
La obra literaria, opina, es una más dentro del enorme conjunto de seres que actualmente escriben en Cuba.
Cautivado por la emoción de tan significativa distinción y determinado en sus declaraciones, se dibuja enemigo del nacionalismo, no obstante, cree difícil la existencia de un país en América Latina o el mundo con tantos escritores como posee la isla caribeña.
A su juicio, el Premio Alejo Carpentier lo recibe -más que él- la literatura cubana y, sobre todo, aquellos grandes que estudia, venera, ama y respeta: Guillermo Cabrera Infante, Virgilio Piñera, José Lezama Lima, Alejo Carpentier.
Piensa que defender el arte de la narración es una manera de mantener vivas a estas figuras inmensas de pensamiento, también la vía para insuflar vitalidad al espíritu de la nación.
Vivimos un período terrible y difícil para nuestro país, sin embargo, en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña convergen muchos compatriotas que han convertido en realidad la feria, precisó.
Desde la grandeza de sus palabras e ingeniosidad, encumbró la valía de la emblemática edificación, “la Fortaleza es el escudo cultural de la nación, lo es también la lección de humildad, de fuerza y sacrificio que necesitamos los cubanos y el mundo”.
¿Tiene alguna literatura en proceso?, pregunté
Dos libros inéditos de cuento y uno fruto de mis investigaciones acerca del proceso de formación, génesis, desarrollo y futuro de la democracia, digamos que es un libro pasaje, fractura. Estoy abandonando un poco el estilo sui géneris que relató el jurado al concederme este año el Premio Alejo Carpentier en la categoría de Cuento.
La literatura, ¿qué opinión le merece?: quizás en algún momento nos ha permitido no volvernos locos, como en el período de la pandemia de Covid-19, en el cual estuvimos aislados por casi dos años sin alguien a quien abrazar y decirle te quiero, la literatura en ese momento nos salvó.
El autor, galardonado en el género de cuento con los premios Pinos Nuevos e Iberoamericano Julio Cortázar, desbordó pasión al hablar del arte de las letras de su tierra, “si uno no fuera cubano escribiría como un irlandés, un norteamericano o un ruso, pero uno escribe como lo que es”.
Cuba está en mis libros, con su pequeñez, pero también con toda su grandeza y honorabilidad, detalló.
A su vez, expresó el orgullo de considerarse un escritor cubano. Lo más importante en la vida -más que ser narrador- es ser buena persona.
Como decía Michel de Montaigne, en palabras que le gustaba repetir a Alejo Carpentier: llevar de la mejor manera posible, diría de la imposible, el justo oficio de ser un hombre bueno, destacó este artífice de la palabra escrita.
oda/amr