Dicen que soñar no cuesta nada, y la frase queda como tabla en patineta si pensamos en el skate de calle femenino, prueba que estableció el podio más joven de la historia en este tipo de competiciones.
Apenas á42 años! suman las tres protagonistas, lo cual contrasta con los 46 abriles de la ‘abuela’ de la gimnasia artística: la uzbeka Oksana Chusovitina, quien tuvo ahora su adiós bajo la silueta de los aros entrelazados.
Las japonesas Momiji Nishiya (13 años, oro) y Funa Nakayama (16, bronce) acompañaron a la brasileña Rayssa Leal (13, plata) en la tarima de ganadores, como si se tratase de un evento entre adolescentes. Nada, juventud, divino tesoro.
Aunque terminó con las manos vacías y su monopatín profesional bajo el brazo izquierdo, la española Andrea Benítez tuvo una alegría única, al quedar en los libros como la primera competidora olímpica de la disciplina, en el imponente Urban Sports Park de Ariake.
El brasileño Kelvin Hoefler también recordó sus días de glorias, tras lograr un subtítulo fuera de vaticinios, justo cuando sus rutinas parecían quedar en el olvido y ese atrevimiento que siempre mostró era ensombrecido por las nuevas generaciones.
La trayectoria del suramericano es digna de respeto: premios en sus primeras cuatro apariciones en los X Games (dos títulos, un segundo puesto y una tercera posición), además de poder, energía, talento para el espectáculo y trucos poderosos en el cierre de cada rutina.
‘Me siento bendecido solo por el hecho de estar aquí’, afirmó quien parece tomar un segundo aire en su carrera y devolver a la pista actuaciones a la altura de un freestyle de su alcurnia en los grandes escenarios.
Por demás, Latinoamérica tuvo en el peruano Angelo Caro al acaparador de sonrisas y piropos. Terminó en el quinto puesto, pero por momentos puso a soñar a su nación, que no logra una medalla desde Barcelona 1992.
Así, lo que muchos llamaban el ‘deporte de los vagos’ pasó a robarse el show en los Juegos Olímpicos, tras piruetas alocadas, adrenalina pura, música de fondo y el sabroso crujir de las ruedas, entre chicos y grandes en un mismo escenario, como una auténtica familia.
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