En la división de los 60 kilogramos, el gladiador, de 26 años, coronó su actuación ante el japonés Kenichiro Fumita (5-1), un doble monarca mundial y sembrado número uno que nunca exhibió fuerzas como para derrotar al inspirado oponente.
Pocos mencionaron el nombre Luis o el apellido Orta a la hora de pronosticar la actuación de los atletas de la isla en el presente evento olímpico, pero ‘mi madurez en los colchones, el resultado del trabajo diario, de la disciplina, del esfuerzo, me otorgaron la confianza que necesitaba’, explicó ante los medios de comunicación.
Con voz quebradiza y tenue, al caribeño confesó ser la persona más feliz del mundo, después de hacer realidad este sueño y, para colmo, haberle regalado a su país el primer título en la capital nipona.
El gran campeón tuvo mala suerte; esta vez, le gané, dijo, entre risas, sobre la presea dorada que hizo suya apenas 30 minutos antes de la conquistada por la leyenda Mijaín López, en los 130 kilos de la propia modalidad clásica.
Estoy muy agradecido con el colectivo técnico. Siempre me brindó mucha confianza. Sin dudas, los entrenadores tienen muchísimo valor en esta victoria, afirmó quien el domingo alcanzó tres triunfos y allanó el camino para el lunes lograr el resultado más importante de su carrera.
Me preparé para ganar, expuso colmado de confianza, quien no creyó en líderes mundiales ni en la experiencia de oponentes vistos como favoritos antes de su irrupción con la fuerza de un huracán.
Doble líder panamericano en torneos de la disciplina, Orta se ganó el epíteto de ‘matagigantes cubano’, y ya puede presumir de ser campeón olímpico, el gran anhelo de casi todos los deportistas.
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