Fue declarada Ciudad de los Murales, sin embargo es su denominación como la Ciudad del Yayabo -por el río de igual apelativo que la atraviesa- la que más ha trascendido las fronteras locales y nacionales hasta llegar a otros lugares del mundo.
De acuerdo con expertos del territorio, es también la única en la Isla que puede probar el lugar exacto de su fundación o primer asentamiento, en este caso el sitio Pueblo Viejo, Monumento Nacional.
Cinco siglos y siete años de existencia reúne ya la espléndida urbe, cuyo centro histórico urbano es asimismo Monumento Nacional, desde su declaratoria el 10 de octubre de 1978.
El 4 de junio de 1514 se fundó la villa, caracterizada por calles estrechas, casas coloniales donde aún resisten al tiempo sus techos de tejas rojos, sus vitrales, aldabas y en algunas las pinturas murales en contraste con la modernidad o sencillez de sus otras zonas.
En su traslado a su segundo y definitivo asentamiento en 1522 nada tuvieron que ver las bibijaguas que perforaban el ombligo a los recién nacidos como indican las leyendas que aderezan el entorno, como las del güije que merodea en las noches de luna por el río Yayabo.
Tres obras rigen la lista de construcciones valiosas, señala María Antonieta Jiménez, Historiadora de la Ciudad, como el puente sobre el río Yayabo –único de su tipo en el país-, la Iglesia Parroquial Mayor y el Teatro Principal, las dos primeras Monumento Nacional.
En la entrada principal de este templo se alza la enigmática Puerta del Perdón donde, según se afirma, fue inhumada por decisión propia la joven Rosa del Castillo y Barroso, para que los feligreses pisaran el lugar donde descansarían sus restos y así expiar sus pecados.
Algunos textos aseguran que lo relativo al enterramiento de Rosa en la Puerta del Perdón es una leyenda; pero otros avalan su corta vida -unos le atribuyen mayor edad- y el respeto a su última voluntad.
Cuna de fábulas y tradiciones, lo cierto es que en la segunda mitad del siglo XVII la ciudad fue saqueada por una banda que irrespetó la iglesia ‘destruyendo los archivos y robando el famoso gallo de oro que había donado Don Pedro Pérez de Corcha en 1612’.
Así lo refleja el libro Sancti Spíritus, Epílogo para una historia inconclusa, del periodista y escritor espirituano Raúl García Álvarez.
La permanencia de nombres del santoral católico hacen también a las calles de esta ciudad especial, así como el Coro de Clave, catalogado por especialistas como único de su tipo en Cuba.
Por si fuera poco la provincia, denominada igual que su cabecera, tiene el privilegio de contar con dos de las siete primeras villas coloniales: Sancti Spíritus y Trinidad, esta última Patrimonio Cultural de la Humanidad.
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