En conversación con Prensa Latina, la historiadora Paula Ortiz explicó que aquel día el pueblo votó a favor de la Declaración de La Habana, texto programático en medio de un tenso escenario diplomático, económico y militar con Estados Unidos.
De acuerdo con la especialista, el documento reafirmó la soberanía alcanzada en 1959 y complementó la visión de país esbozada en el alegato de La historia me absolverá (1953), del líder histórico Fidel Castro.
‘Trazó el camino ideológico, político, social y económico, condenó la explotación del hombre por el hombre, proclamó los derechos de los sectores oprimidos, rechazó el papel del capital financiero imperialista, el latifundio y otros males existentes en la región’, comentó.
En opinión de la profesora, desde entonces fue evidente que el futuro de la nación caribeña sería la socialización de los medios de producción.
‘Esto ocurre en un contexto donde la política social del nuevo Gobierno entra en contradicción con los intereses de Estados Unidos, marcados por la aplicación de la doctrina Monroe (1823) en el continente’, puntualizó.
Tras el triunfo de la Revolución, Cuba realizó la reforma agraria, buscó la industrialización, aprobó la Ley de Minas (en manos hasta el momento de empresas norteamericanas).
También creó las milicias nacionales, defendió la posición en ONU de la República Popular China, restableció relaciones diplomáticas con la URSS y recibió petróleo del campo socialista.
‘Para agosto de 1960 Estados Unidos desarrollaba contra nuestro país una guerra económica, diplomática y política, mientras valoraba una invasión militar’, subrayó la experta.
Según la historiadora, en ese escenario la VII Reunión de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA) acusó a la isla de violar la paz y estabilidad de la región.
De acuerdo con investigaciones, el entonces jefe de la diplomacia cubana, Raúl Roa, rechazó estas posiciones y se retiró del encuentro con la frase: ‘Conmigo se va mi pueblo, y con él, todos los pueblos de América Latina’.
No obstante, los Estados miembros de la OEA ratificaron la Declaración de San José, la cual recogía las acusaciones contra Cuba.
Durante la Asamblea General Nacional del Pueblo, el 2 de septiembre de 1960 en la Plaza Cívica (hoy Plaza de la Revolución), el entonces primer ministro Fidel Castro leyó nueve puntos que contenían la respuesta del país caribeño.
Cuba, en muestra de su soberanía y autodeterminación, agradeció el apoyo de la URSS, dijo que aceptaría la ayuda militar del campo socialista si fuera necesario y anunció el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China de Mao Zedong, convirtiéndose así en el primer país del hemisferio occidental en hacerlo, señaló Ortiz.
Según la especialista, el documento defendió el latinoamericanismo y la solidaridad entre los pueblos, al tiempo que enunció una serie de derechos y deberes políticos y económicos propios de las naciones del continente.
‘La Declaración amplió el concepto de democracia más allá del mero hecho electoral y abogó por otro más incluyente que tomara en cuenta la igualdad en todos los sentidos, el derecho a una vejez tranquila, a la salud, a la educación’, acotó.
En opinión de la profesora, estas ideas perduran en el accionar de la política exterior cubana y ejemplo de ello es la solidaridad de la isla.
‘Mantenemos ayuda en disímiles sectores y esferas sin importar el sistema político que rige en la otra nación, incluso obviamos enfrentamientos en el orden ideológico’, comentó.
Ortiz resaltó además el internacionalismo de Cuba y su apoyo a los movimientos de liberación nacional en Etiopía, Angola y Argelia.
‘La base de nuestra solidaridad se encuentra en aquella Declaración de La Habana que el pueblo aprobó a solo un año de Revolución y que definiría el curso de nuestra historia hasta ahora’, puntualizó.
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