Durante los tres días que duró la primera visita del mandatario afloraron de las más diversas maneras las huellas de la obra fomentada por el líder histórico de la Revolución Cubana, gracias a la cual pueden emprenderse nuevos proyectos y empeños de colaboración.
Quizás la más notoria de esas realidades esté en el interés demostrado por autoridades del país asiático para adquirir y desarrollar las vacunas cubanas contra la Covid-19, devenidas una proeza de la ciencia del archipiélago en medio de cruentas limitaciones materiales.
Igualmente, los adelantos en la biotecnología y otras ramas motivan la cooperación, tal y como ha sucedido, a la inversa, con positivos resultados del pueblo vietnamita en rubros de la agricultura, en los cuales han aportado a los trabajadores y técnicos cubanos.
Más de 60 años de vínculos amistosos, puestos a prueba en las duras condiciones del desarrollo para dos naciones sin grandes riquezas ni recursos naturales, tuvieron su clímax en la frase pronunciada por Fidel acerca de la disposición de los cubanos de dar hasta la propia sangre por Vietnam.
Esa certeza, sin embargo, se ha expresado de forma muy convincente en las obras construidas en aquella geografía por miles de obreros y especialistas del archipiélago y, sobre todo, en la formación como profesionales en universidades de la Isla de cientos de jóvenes llegados desde allí.
A pesar de la distancia geográfica y la diferencia idiomática, el sedimento de la fraternidad entre ambos pueblos se ubica en la defensa que hizo Fidel en los años más crudos de la guerra imperialista impuesta por Estados Unidos al siempre heroico Vietnam.
Un hito en ese compromiso resultó la visita realizada, en plena contienda, a Quang Tri, la zona liberada en el sur, y a Hanoi, para convertirse en el primer estadista que puso allí sus pies como parte de su defensa incondicional de la causa liberadora de ese pueblo.
Memorable fue la concentración popular en la Plaza de la Revolución José Martí, el 3 de junio de 1969, en la que expuso razones y argumentos para estar al lado de los vietnamitas, quienes daban al mundo lecciones de coraje y de creatividad para doblegar a un enemigo muy superior militarmente.
La admiración hacia los legendarios dirigentes, encabezados por Ho Chi Minh y con especial deferencia a Pham Van Dong, ha sido también una constante en ese toma y daca entre Cuba y Vietnam, bajo la égida de Fidel Castro.
Un paseo por la tierra de los anamitas, el relato escrito por José Martí, es un simbólico antecedente de esa aproximación, en la que es posible el descubrimiento de las culturas e idiosincrasias respectivas.
De la cercanía entre vietnamitas y cubanos, hay anécdotas que reflejan el valor de la condición humana, más allá de las diferencias y las fisonomías.
Así fue la de la sorpresa de un militar, de paso por Hanoi en los años 90, cuando en un fluido español se le acercó un joven para saludarlo y decirle que se había graduado como ingeniero en la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría, más conocida como la Cujae en La Habana.
Cuando Cuba libra batallas colosales para perfeccionar el socialismo y remontar crisis como la derivada de la pandemia de Covid-19, las vueltas de tuerca a su economía y un despiadado acoso mediático, el ejemplo de Vietnam resulta una gran inspiración.
msm/mca