fenómeno atmosférico ocurrió el 16 de abril de 2016, a las 18:58 (hora local) y tuvo epicentro en el cantón Pedernales, provincia costera de Manabí.
Según datos del Instituto Geofísico, el potente sismo tuvo una magnitud de 7,8 y se localizó a una profundidad de 20 kilómetros.
Entre los primeros en acudir a verificar los daños humanos y
materiales estuvieron el entonces presidente de la república Rafael Correa y el vicemandatario Jorge Glas, quienes dedicaron gran parte de los esfuerzos del gobierno a sanar los destrozos.
«Animo compañeros, esto ha sido durísimo, pero más dura es la voluntad del pueblo ecuatoriano», se le escuchó decir al jefe de Estado y con esa frase como punto de partida comenzó el trabajo de reconstrucción todo lo destruido.
El terremoto de Manabí, que tuvo más de cuatro mil 500 réplicas, dejó un saldo de 671 muertos, una cifra superior a los siete mil heridos y otra similar de damnificados, así como más de tres mil 300 millones de dólares en pérdidas materiales.
Los trabajos para levantar las poblaciones más golpeadas se realizaron a partir de la instalación de 10 mesas intersectoriales, con prioridad en la implementación de programas para impulsar la reactivación económica de esos territorios.
Créditos otorgados por la Corporación Financiera Nacional para la restauración de emprendimientos y generación de empleos, así como apoyo a la manufactura, pesca, agricultura, construcción, turismo, transporte y almacenamiento, entre otros sectores, fueron algunas de las tareas emprendidas.
El incremento de dos puntos adicionales sobre la tarifa del 12 por ciento del Impuesto al Valor Agregado, por el término de un año, como aporte solidario a los afectados por el temblor, en todo el país, menos en Manabí y Esmeraldas, fue otra de las medidas dispuestas.
Ambas provincias comenzaron a renacer y nuevos aires se respiraron con la construcción de complejos habitacionales, la reanudación de y medianas empresas.
La recuperación se vivía a diario en las localidades que quedaron destruidas en un 70 y 80 por ciento.
Junto a la unidad y el trabajo nacional, el país recibió asistencia de muchos países, que no solo aportaron donaciones alimenticias y de otros insumos de primera necesidad, sino también de personal, para apoyar las labores de escombreo y reconstructivas.
Entonces, se puso a prueba el valor de la solidaridad y de la
tristeza, surgieron iniciativas y enseñanzas. Ecuador se convirtió en referente mundial de atención y manejo de desastres.
Y aunque no faltó quien criticara, los avances se vieron con varias zonas que resurgieron del polvo y emprendimientos recuperados.
Sin embargo, a cuatro años del desastre, todavía quedan pendientes en todas esas zonas, donde aún hay familias en espera de un domicilio adecuado y las autoridades actuales responsabilizan a sus antecesores,
quienes en un año devolvieron las esperanzas a muchos.
Pareciera que a 4 años del 16A, debiéramos cargar con la
responsabilidad de no haberlo hecho todo, desconociendo -o más bien encubriendo y siendo cómplices- de la desidia e irresponsabilidad de las autoridades actuales para cumplir con su obligación. ¡Ya no caben más excusas!,» señaló Carlos Bernal, quien dirigió el comité para la reconstrucción.
«Siempre se dijo que reconstrucción total tomaría años, pero hablan desde el odio y la ignorancia», afirmó de su parte el exmandatario Rafael Correa, a cuyo juicio, entonces se hizo lo inteligente: habilitar y reparar en el corto plazo lo que se podía.
El cuarto aniversario del 16A, como se identificó el evento
atmosférico, se recordó en medio de un nuevo desafío y otra lucha, por la vida, centrada en contener el avance de la Covid-19, enfermedad que hasta el pasado 16 de abril ocasionó 403 muertes y ocho mil 225 contagios, según cifras oficiales.
Aunque muchos apelan a la unidad, la solidaridad y el trabajo conjunto de toda la población y sus autoridades, como ocurrió cuando el terremoto, en esta ocasión, la realidad no es la misma.
El combate por mantener a salvo a los ecuatorianos se lleva a cabo en medio de demandas de esclarecer los estimados, pues los más de seis mil muertos levantados en las calles, domicilios y centros de salud de Guayaquil, la ciudad más golpeada por la nueva cepa de coronavirus, distan mucho de los estimados de los informes.
Pedidos de garantizar los insumos necesarios para la bioseguridad del personal médico en la primera línea de combate a la pandemia, así como de agilizar los servicios exequiales y promover medidas para paliar los problemas económicos derivados de la suspensión del trabajo presencial y el toque de queda, también abundan en esta nación andina.
Abril, en Ecuador, a cuatro años del mayor evento climatológico del siglo en el país, continúa siendo un mes de lucha y otra oportunidad de volver a resurgir.
alb/scm
*Corresponsal de Prensa Latina en Ecuador