De acuerdo con la información, este descubrimiento disipa la antigua creencia de que las llamadas «megaripples» no se movían desde su formación hace cientos de miles de años, y evidencian que los vientos del Planeta Rojo son más fuertes de lo esperado.
Según el criterio de Simone Silvestro, científica planetaria del Instituto Nacional de Astrofísica de Italia, las megaripples están formadas por granos de arena gruesos y pesados, los cuales cubren sus crestas y dificultan que el viento las mueva.
Utilizando imágenes del orbitador de reconocimiento de Marte de la NASA, Silvestro y sus colegas demostraron que algunas megaripples se arrastran lentamente.
Para ello, analizaron aproximadamente mil 100 megaripples en el cráter McLaughlin y 300 en la región de Nili Fossae, dos sitios cerca del ecuador de Marte, buscando signos de movimiento, comparando imágenes de tiempo de cada sitio, tomadas con más de siete y nueve años de diferencia.
Las megaripples en ambas regiones avanzaron unos 10 centímetros por año, informa el equipo en su informe publicado también en la revista Journal of Geophysical Research.
Es bastante asombroso que los humanos puedan detectar estos cambios en Marte, afirmó Ralph Lorenz, científico planetario del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins.
“Ahora podemos medir procesos en la superficie de otro planeta que son solo un par de veces más rápido que nuestro cabello”, resaltó.
Las megaripples también se encuentran en los desiertos de la Tierra, a menudo entre las dunas. Las olas en la arena espaciadas a decenas de metros de distancia, son una versión más grande de ondas que se trasladan cada 10 centímetros en muchas dunas de arena.
A principios de los años 2000, los rovers y orbitadores de Marte captaron repetidamente megaripples en ese planeta, pero no parecían cambiar de manera mensurable, razón por la cual algunos científicos determinaron que eran reliquias del pasado de ese lugar.
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