Muchas de esas personas abandonaron sus hogares a raíz del Estado Islámico que en 2014 llegó a ocupar casi un tercio del territorio iraquí.
Otros como Umm Ahmed, de 50 años de edad, y sus dos hijos, perdieron sus casas en bombardeos de la coalición liderada por Estados Unidos en ataques para desalojar de Mosul a la banda extremista.
“No tengo ingresos, nadie nos provee. El campamento se convirtió en nuestro hogar”, declaró Umm.
La presencia del Estado Islámico cambió la vida de millones de iraquíes cuando impusieron reglas brutales sobre los ciudadanos.
Umm Ahmed y sus dos hijos se instalaron en Hammam al-Alil, 25 kilómetros al sur de Mosul, en uno de los campamentos que cerrarán este mes.
Cada familia de esos campos recibirá el equivalente a unos mil 260 dólares durante el primer año.
Los directivos de las organizaciones humanitarias alegan que resultará difícil proporcionar ayuda si los refugiados están dispersos en todo el país e incluso pudieran enfrentar violencia de la población si tuvieron algún vínculo con los terroristas.
Unas 100 mil personas corren el riesgo de quedarse en la calle por la falta de planificación y coordinación con las autoridades, indicó un jefe de la organización humanitaria Consejo Noruego para los Refugiados, Ahmad Azzam.
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