La cirugía ocurrió en agosto de 2020, pero los especialistas del Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York esperaron para hacer el anuncio hasta estar seguros de que los trasplantes no fueran rechazados.
Según explicaron la víspera, la operación duró 23 horas y participaron 80 profesionales de la salud, agrupados en seis equipos quirúrgicos, en dos quirófanos contiguos.
En una de las salas de operaciones se removieron cuidadosamente las manos y el tejido facial del donante, mientras en la otra se preparó al paciente.
El doctor Eduardo Rodríguez, jefe del equipo médico detalló que en los brazos de Dimeo cortaron cuidadosamente cada radio y hueso del cúbito, junto con una serie de tendones, músculos, venas y nervios a reemplazar. Asimismo se realizó un detallado proceso con el rostro, aseguró.
Luego de la cirugía vinieron 45 días en cuidados intensivos y casi dos meses de rehabilitación hospitalaria, donde el joven aprendió a abrir sus nuevos párpados, a mover las manos y a sonreír.
‘Necesitábamos evitar la infección, que esta operación ocurriera lo más rápido posible, ser muy selectivos con el donante e implementar todas las tecnologías de punta para el éxito total de la cirugía’, añadió el doctor Rodríguez.
Hasta el momento se han realizado más de cien trasplantes de manos y cerca de 50 de rostro; pero solo ha habido en todo el mundo dos intentos previos de completar una cirugía de este tipo y ninguna tuvo éxito.
El primero de estos pacientes murió por complicaciones a causa de una infección y al otro debieron retirarle las manos trasplantadas.
En julio de 2018, Joe Dimeo se quedó dormido al volante de su automóvil, perdió el control del coche que chocó contra la acera y se volcó.
Una persona logró rescatarlo del vehículo en llamas antes de que explotara, pero aún así el joven sufrió quemaduras de tercer grado en casi el 80 por ciento de su cuerpo.
El accidente resultó en varios dedos amputados, graves cicatrices en la cara, con la pérdida de labios, orejas, párpados y la visión, incluso tuvo afectaciones en el cuello que limitaban su rango de movimiento.
Durante el anuncio del éxito de la operación, dijo sentir que le habían dado una segunda oportunidad en la vida.
Mis manos aún no lo logran, tengo que seguir practicando (…) pero quiero compartir mi historia para dar esperanza a la gente en el mundo porque siempre hay luz al final del túnel, expresó.
El equipo médico que atendió a Joe Dimeo opina que era el paciente perfecto: joven, fuerte, con hábitos de hacer ejercicios y comer sano; pero principalmente con un alto nivel de motivación y esperanza.
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