La historia apunta que en la isla se escribió la primera carta magna de esa región española y se diseñó la bandera independentista. Igualmente, los expertos aseguran que el modernismo europeo llegó a la nación caribeña, en buena medida, bajo los influjos de la colonia catalana.
Muestra de ello son las edificaciones de comienzos del siglo XX: el actual Hotel Palacio Cuento, ubicado en la esquina que entrelaza las calles Inquisidor y Muralla en la Plaza Vieja y la Casa del empresario español Dámaso Gutiérrez Cano, cuya escalinata recuerda la del Parque Güell, en Barcelona.
El arquitecto cubano Luis Eduardo González Díaz recordó a Prensa Latina que los catalanes eran especialmente reputados en profesiones vinculadas a la construcción, bien fuera como maestros de obra o especialistas en albañilería.
Asegura, asimismo, que muy poco conocen la intervención de dos hermanos de ese origen en la edificación del Instituto Superior de Arte de La Habana, considerado como uno de los mayores logros arquitectónicos de la Revolución Cubana.
Primera Sociedad Benéfica de América
Desde mediados del siglo XIX coexistían en Cuba las Sociedades de Beneficencia por regiones españolas. Entre ellas, la catalana, constituida definitivamente el primero de agosto de 1841; la gallega, establecida el 31 de diciembre de 1871 y la vasco-navarra, conformada el 30 de junio de 1877.
La primera de ellas fue fundada por los comerciantes José Gener y Guash y Antonio Font, y Francisco Ventosa Soler fue su primer presidente y los objetivos de la institución fueron la atención médica, vejez asegurada y un sepulcro digno a los coterráneos en desgracia.
Documentos de la época consultados por Prensa Latina, muestran que esa sociedad celebraba periódicamente cultos a los santos de su devoción; así como, eventos para garantizar la ayuda humanitaria como: funciones, corridas de toros, carnavales, certámenes literarios y juegos florares.
La actual presidenta de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña, María Dolores Rosich, evocó que durante su niñez y juventud participaba en las fiestas anuales de ese Casal Catalá, en la cual las muchachas ofrecían una flor a los visitantes y asociados a cambio de un donativo.
‘Mi padre arribó a Cuba en 1921 y desde que yo tenía 5 años él fue vocal de la junta tanto de la sociedad como del Centro Catalán, disuelto en la década de 1960. Él fallece en 1973 y una década después me preguntaron si quería pertenecer a la junta. En su memoria, di el paso al frente. Soy la primera mujer en ocupar este cargo’, aseveró.
Actualmente, esa entidad de ayuda social considerada como la más antigua de América Latina, tiene más de mil socios, quienes junto a los miembros de la comunidad participan en havaneras, celebraciones de Sant Jordi, lecturas de poesía, conciertos y la Peña Barcelonista.
‘La Generalitat de Catalunya nos ayudó a reconstruir y reformar esta casa. Luego se creó la escuela de baile y, aunque mantiene sus fines benéficos, en paralelo, promovemos la defensa y difusión de esa cultura; asimismo, damos clases de catalán’, afirmó.
El compendio de materiales bibliográficos, la mayoría perteneciente al otrora Centro Catalán y digitalizados en Cataluña, incluye varios ejemplares de la revista La Nueva Cataluña, cuyas páginas describen la sociedad cubana de los siglos XIX y las primeras décadas del XX.
De igual manera, el centro, en su sede de Consulado número 68, municipio de Centro Habana, compendia cartas que los emigrados enviaban a sus familias y cientos de volúmenes referidos a temas como filosofía, religión y artes plásticas en idioma catalán.
Según Rosich, dentro de las filas de la Sociedad aún permanecen ancianos reconocidos como niños de la guerra. ‘Algunos de nuestros afiliados llegaron al país muy pequeños, exiliados como consecuencia de la Guerra Civil Española. Sus hijos, nietos y bisnietos también son nuestros socios’, concluyó.
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