Con una vasta creación de miles de obras, la vida del artista se apagó el 10 de marzo de 1999 durante una visita a Baltimore (Estados Unidos), pero su legado perdura en la Casa-Museo que lleva su nombre y en la Capilla del Hombre, pieza monumental en tributo al ser humano.
Aunque no pudo ver la inauguración del espacio arquitectónico, su extenso quehacer da vida al lugar, anualmente visitado por miles de personas que conocen parte de la historia latinoamericana a través de sus pinturas.
Cuadros, murales y esculturas cuidadosamente dispuestos en una arquitectura impresionante recogen el grito de la humanidad desde la etapa precolombina, el dolor de los negros esclavos, el sufrimiento y la lucha de las mujeres y los pueblos, así como sus anhelos y hechos que marcaron sus respectivas historias.
‘Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente. Para mostrar lo que el hombre hace en contra del hombre’, aseguró Guayasamín y ciertamente, sus murales pregonan valores culturales, sociales y políticos, mientras el indigenismo, la conquista, lo afro, la resistencia.
En su nombre, cada año en esta jornada, sus familiares e hijos, quienes mantienen intacta la obra del más reconocido artista de la plástica de Ecuador brindan por él, con un trago de vodka, su bebida preferida, al pie del Arbol de la Vida, que sembró en el patio de la casa y donde reposan sus restos, como dispuso, en una vasija de barro.
Vaya un tributo al maestro que inmortalizó al hombre y a si mismo, a través de sus manos, dibujantes de momentos y figuras amigas como los líderes mundiales Fidel Castro, Francois Miterrand, el rey Juan Carlos de España y la princesa Carolina de Mónaco, los reconocidos artistas Paco de Lucía y Mercedes Sosa, los escritores Pablo Neruda y Gabriel García Márquez.
Para Guayasamín un brindis y una luz encendida, porque como quedó escrito en su Capilla del Hombre: siempre va a volver.
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