La nación caribeña, señalada desde 1982 por Estados Unidos como patrocinadora de ese tipo de acciones, por primera vez aparecía ante ese organismo internacional como el blanco de estas.
El documento, elaborado por un relator especial para el tema de la utilización de mercenarios como medio para violar los derechos humanos, detallaba aspectos relacionados con los atentados perpetrados en 1997 en La Habana, contra instalaciones turísticas.
En sus páginas se relataba solo uno de los muchos sucesos de esta naturaleza enfrentados por el país antillano, que desde el triunfo de su revolución popular en 1959 sufrió la pérdida de alrededor de tres mil 400 personas, mientras más de dos mil quedaron discapacitadas.
Tales acciones se desarrollaron con la complicidad de Estados Unidos, pues en esa nación y al amparo de sus autoridades, operaban grupos dedicados a esos fines y residían los principales organizadores.
Pero los hechos de septiembre de 1997, en los que perdió la vida el joven italiano Fabio Di Celmo, no pudieron ser silenciados ante la confesión del salvadoreño Raúl Ernesto Cruz, detenido en la isla como autor de los atentados con explosivos en distintos espacios turísticos de la capital cubana.
Sus declaraciones fueron televisadas y mostradas al mundo, en las cuales reconocía su condición de agente mercenario, que recibió cuatro mil 500 dólares por cada bomba colocada.
La investigación de las autoridades cubanas lo vinculó además con una organización contrarrevolucionaria creada en la ciudad estadounidense de Miami, elemento igualmente recogido en el informe del relator especial de la Comisión de Derechos Humanos.
El documento añadía el cuestionamiento a la utilización de esos métodos, a los que catalogaba como uno de los más repudiables empleados para afectar la libre determinación de los pueblos y desestabilizar gobiernos constitucionales; así como criticaba las intervenciones en los asuntos internos de los Estados.
Más de dos décadas después, los párrafos del texto sobre esas prácticas criminales bien pudieran mantenerse, pues en el mundo aún son empleados los asesinatos selectivos, los atentados y la organización o incitación a la comisión de actos violentos, como vías para intentar someter a otros países, según denunciaron autoridades cubanas.
Bien lo sabe Cuba, que figura nuevamente en la lista unilateral de quienes supuestamente patrocinan el terrorismo, por voluntad de la misma administración estadounidense que no pronunció una palabra de condena ante el ataque contra la sede diplomática de la isla en Washington, el 30 de abril de 2020.
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