Esa decisión de la máxima dirección del país se expresa en la estrategia para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la Covid-19, de ahí que para el presente año se concibe un proceso gradual de recuperación, resultando clave el control de la pandemia.
Un reciente editorial del periódico Granma recordaba que Cuba no ha estado exenta de la crisis generada por esa enfermedad a nivel global, la cual agravó el difícil y complejo panorama subyacente en las economías más frágiles.
Solo en América Latina, el impacto de la Covid-19 significó un decrecimiento del 7,7 por ciento en su Producto Interno Bruto.
Para la isla, además de frenar la generación de ingresos provenientes del turismo y la no comercialización de renglones como el ron y el tabaco, esa enfermedad ha demandado invertir fondos adicionales para su enfrentamiento.
Esos fondos son equivalentes a más de dos mil 650 millones de pesos (el cambio oficial es 24 pesos por un dólar) y 170 millones de dólares.
Como han reiterado las autoridades cubanas, no se escatima en incurrir en esos gastos ni en los necesarios para asegurar los productos de la canasta familiar normada y un nivel de bienes y servicios básicos a la población, con especial atención a grupos poblacionales vulnerables.
Para el logro de ese empeño no han sido pocos los obstáculos a vencer, en primer lugar el recrudecido bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos en medio de la pandemia, y otras dificultades y deficiencias internas que obligan a trabajar de forma dinámica e innovadora.
Desde entonces están en marcha trascendentales transformaciones como el llamado ordenamiento monetario, que puso fin a la dualidad monetaria y cambiaria, y eliminó subsidios excesivos y gratuidades indebidas.
Todo para impulsar el progreso de la economía, promover el encadenamiento productivo, estimular a la industria nacional e impulsar las exportaciones y la sustitución de importaciones.
También se fortalece la empresa estatal socialista con mayor autonomía financiera y de gestión, se amplía el trabajo por cuenta propia (privado) y entran en vigor importantes medidas para incentivar las producciones agropecuarias en función de satisfacer la demanda de alimentos para la población.
Se trata de desatar las fuerzas productivas en el país, una manera también de enfrentar las limitaciones y concebir entre todas las formas de gestión, estatales o no, el desarrollo económico y social de la nación en el cual el empleo y la eficiencia sean las principales fuente de riquezas.
Para este año, la economía cubana concibe un proceso gradual de recuperación, en lo cual será decisivo el control de la pandemia.
Así, está previsto un plan de inversiones 22 por ciento superior al del 2020, con una concentración de los recursos en la defensa, producción de alimentos, medicamentos, turismo, fuentes renovables de energía, producción de cemento y acero y la construcción de viviendas.
Todo ello en línea con la Agenda de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, que se articula con el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030 y con la Estrategia Económico y Social para el impulso a la economía.
Tales propósitos, planes y programas ratifican la voluntad de Cuba de avanzar pese a cualquier obstáculo, para lo cual se aprovechan todas las potencialidades, en particular de la ciencia, en sectores claves como lo ha demostrado la industria biotecnológica y farmacéutica, entre otros sectores.
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