La polémica iniciativa encabezada por el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, encontró el rechazó universal de jugadores, equipos, aficionados, prensa, federaciones e incluso gobiernos de varios países implicados.
Una docena de equipos autoproclamados Clubes Fundadores salieron a la palestra pública el pasado domingo como los salvadores del balompié ante la supuesta crisis que lo azota, acelerada a su vez por la pandemia de la Covid-19, de acuerdo con sus cartas credenciales.
La idea era crear un torneo elitista con al menos 20 equipos que se enfrentarían entre ellos anualmente y se repartirían la mayor parte de las ganancias que en la actualidad van a parar a otros bolsillos.
Alrededor de 15 escuadras estarían sembradas y se implementaría un sistema de ascenso y descenso para otros cinco conjuntos de segunda línea que se ganarían el privilegio de participar en sus respectivas ligas nacionales.
Entre las amenazas más graves al status quo reintante, la naciente lid boicotearía de forma directa a la Champions y la Liga Europa, así que era de esperar que su irrupción desatara una guerra de poderes jamás presenciada.
El calificativo de ‘separatistas’ fue el menor de los improperios dirigidos a los miembros fundadores por los entes rectores del fútbol, cuya férrea defensa liderada por el presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, se convirtió en uno de los puntales que defenestró a la naciente competición.
El punto de inflexión llegó apenas un día después del lanzamiento, cuando los seis clubes ingleses involucrados -Liverpool, Chelsea, Arsenal, Tottenham, Manchester City y su vecino United- se escindieron de forma conjunta tras la enorme presión ejercida desde el seno del país creador del fútbol.
También contribuyó al naufragio que otros grandes de Europa, como los finalistas de la última Liga de Campeones, Bayern Munich y París Saint Germain, no formaran parte del proyecto inicial, al igual que otros tantos planteles que en el pasado brillaron a nivel continental.
Con media tripulación fuera del barco, la cuenta regresiva para que el resto lo abandonara echó a andar y los tres representantes italianos -Inter, Milán y Juventus, se sumaron el miércoles al motín, seguidos por el Atlético de Madrid.
Al timón del zozobrante navío quedaron únicamente los dos pesos pesados del fútbol mundial, Real Madrid y Barcelona, archirrivales sobre el campo pero al parecer buenos socios en las oficinas ejecutivas.
El conjunto blanco debe ser el último en permanecer de pie, toda vez que su mandamás, Florentino, es el gestor y principal defensor del proyecto, mientras desde Cataluña solo guardan silencio y muestran cautela.
Los últimos acontecimientos indican que el fútbol tal y conocemos está salvado, al menos por ahora, de este engendro que no vislumbra beneficio alguno para el deporte más popular del planeta, excepto llenar los bolsillos de los implicados.
Mas, la Superliga no surgió de la noche a la mañana y sin ningún motivo, por ende lo sucedido debe dejar como aprendizaje que algo debe cambiar en la forma en que se conduce el negocio del deporte hoy en día.
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