Cifras del Banco de Guatemala (Banguat) sitúan en 24 por ciento la caída del pasado año, cuando en el mes de marzo y hasta finales de septiembre el país adoptó diferentes medidas de contención de la pandemia con un efecto económico y social evidente en la llamada industria sin chimeneas y sus servicios asociados.
Hoteles, restaurantes y vuelos comerciales sintieron con todo rigor el peso de las disposiciones para limitar la movilidad interna y destinos icónicos como Antigua Guatemala, el lago de Atitlán y Petén vivieron meses de cero turistas extranjeros, algo insólito de cara a la Semana Santa, el periodo más próspero para las finanzas locales.
Las cifras del impacto resuenan aún, pues el ingreso de divisas por viajes y turismo cayó dramáticamente en 2020, al registrar 211,7 millones de dólares contra 958,9 millones en 2019, un comportamiento que tiró por tierra las variaciones de solo un dígito registradas en los últimos seis años y consideradas ya a la baja.
La III Encuesta Empresarial realizada en octubre pasado por la Asociación de Investigación y Estudios Sociales desglosó el declive: 53 por ciento de los empleados fijos del sector fueron despedidos durante los primeros seis meses de la emergencia sanitaria.
Siguieron transporte, turoperadores, hospedaje, líneas aéreas, guías de viaje, organizadores de eventos y museos, como los segmentos más golpeados con caídas entre el 70 y 40 por ciento.
Con la reapertura del aeropuerto internacional La Aurora, a finales de septiembre, llegó también un panorama más optimista, y las autoridades confiaron a la promoción de los destinos nacionales y al viajero local la tan deseada reactivación.
Y si bien la depresión continúa (el monto acumulado de ingresos hasta el 31 de marzo pasado fue de 11,67 millones de dólares), el sector comienza a reinventarse ante los cambios que imponen los protocolos de bioseguridad y el semáforo vigente de la Covid-19 en los municipios.
Según expertos, difícil resulta todavía la situación para las agencias de viajes hacia el exterior, algunas dieron un giro y apuestan ahora a despertar en los guatemaltecos el deseo de conocer su país, aunque estos no acostumbran a demandar guías ni a comprar artesanía e incluso, se mueven por sus propios medios de transporte.
Tampoco iniciaron los cruceros y las aerolíneas muestran una reactivación paulatina debido a la tercera y cuarta ola de la enfermedad a nivel mundial, causada por el coronavirus SARS-CoV-2, más severa en muchísimos países que en 2020.
En igual plano de incertidumbre continúan actividades como convenciones, congresos y eventos, específicamente en la ciudad capital y Antigua Guatemala, por las vigentes prohibiciones según el semáforo epidemiológico, y los límites de aforo establecidos para garantizar el distanciamiento ante el alza exponencial de casos.
Otro tanto sucede con el sector alimentos y bebidas, ya que después de una rápida recuperación volvió atrás desde hace días por nuevas disposiciones para limitar el expendio y consumo de alcohol en bares y restaurantes.
De acuerdo con Mynor Cordón, director del Instituto Guatemalteco de Turismo (Inguat), la recuperación proseguirá gradual y en dependencia de la marcha de los planes de vacunación a nivel mundial.
En la avanzada se encuentran destinos arqueológicos y recreativos al aire libre, una suerte para Guatemala por su impresionable biodiversidad.
Los esfuerzos apuntan también a estimular el turismo interno y regional, por la cercanía a El Salvador, Honduras, sur de México y Estados Unidos.
El Inguat estableció como proyección base para este año la llegada de 198 mil 79 visitantes e ingresos por 129,7 millones de dólares, una meta ambiciosa en un escenario Covid-19 que apunta a ser tan adverso o más que en 2020.
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