Miles de años antes, las comunidades que habitaron esta región al norte sentaron las bases de organizaciones sociales, económicas y creencias religiosas perdurables hasta la actualidad y diseminadas por todo África.
Así lo cuenta a Prensa Latina Yasser el-Laithy, antropólogo y egiptólogo, que ha dedicado buena parte de sus investigaciones a la etnografía para establecer el nexo entre las tribus originarias de África y sus antepasados prehistóricos.
El-Laithy parte de las pinturas rupestres, pictogramas y petroglifos descubiertos en la meseta de Gilf Kebir entre Egipto y Libia, según los cuales numerosos grupos humanos aprovecharon las favorables condiciones climáticas y la abundante vegetación de la zona durante el neolítico para establecer sus asentamientos.
Otras imágenes sugieren una transformación de la economía primitiva, sustentada en la recolección y la caza, en una más avanzada a partir de la producción agrícola, la fabricación de herramientas, utensilios de cerámica y textiles.
Los dibujos de búfalos y vacas evidencian también la existencia del pastoreo, una de las prácticas que poco ha cambiado desde entonces en pequeñas comunidades del centro y sur de África, así como la domesticación de animales.
Lo más significativo para el-Laithy son las representaciones del mundo espiritual, que describen los mecanismos utilizados por el ser humano de esas edades para dotar de sentido la relación con la naturaleza y entre la vida y la muerte.
El horizonte creativo, dibujado o tallado en la roca, permite comprender ritos actuales como los de iniciación, para determinar mediante el consenso la capacidad de un individuo de asumir responsabilidades específicas dentro de la comunidad.
Importantes y complejos suelen ser los ritos funerarios, destaca el investigador egipcio.
Como en la prehistoria, las religiones indígenas, que practican casi el 12 por ciento de los continentales, veneran a los espíritus de los muertos, considerados guardianes protectores o vengativos, claves en el bienestar de la sociedad.
Según el antropólogo, en el año seis mil antes de nuestra era(a.n.e.) la fértil y verde meseta norafricana comenzó un proceso de desertificación hasta convertirse en el Sahara. Sus pobladores debieron migrar hacia lugares menos hostiles y una parte de ellos llegó al Valle del Nilo.
Junto al segundo río más largo del mundo se construyeron nomos (subdivisiones territoriales) y con ellos surgió la civilización egipcia, una de las más importantes de la antigüedad, cuyo basto legado patrimonial incluye las icónicas pirámides, templos faraónicos e innumerables piezas museables distribuidas por todo el orbe.
A pesar de su cómoda y beneficiosa ubicación, Egipto mantuvo el interés por otras tierras africanas. El-Laithy relata que, en el año 1472 a.n.e, la reina Hatshepsut envió una expedición de barcos, repletos de mercancía, desde el mar Rojo hasta la Tierra de Punt (Somalia).
Mientras en el valle del Nilo la humanidad prosperaba, en otras partes del continente el tiempo permaneció inerte. Hoy día existen más de tres mil tribus que sobrevivieron las diferentes olas de uniformización cultural, a los bereberes, los árabes, los persas, los europeos, incluso a las divisiones fronterizas modernas.
Estas comunidades, marginadas por el pensamiento occidental, personifican la identidad africana más pura y constituyen una ventana al pasado, necesarias para comprender la evolución humana, destacó el especialista.
Gracias a la fragmentación y las normas que impiden el mestizaje entre miembros de tribus distintas, es posible apreciar con claridad el impacto directo de las condiciones climáticas y geográficas en la genética de las personas.
‘A menudo cometemos el error de llamarlos pueblos primitivos, pero ellos conocen la modernidad y escogieron cerrarle las puertas porque consideran que sus tradiciones, idiomas, estructura social, creencias religiosas o espirituales les son suficientes’ recalcó el-Laithy.
Una clara distinción étnica y cultural separa actualmente el norte de África del resto del continente, pero la historia de esta área mediterránea deviene piedra angular para comprender las diversas, multicoloridas y resistentes formas de vida al sur del desierto del Sahara.
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