Para comprobar esa conclusión, científicos de varias universidades en Estados Unidos, Alemania y Corea del Sur simularon respiraciones normales, que producen chorros periódicos de gotas, a velocidades de menos de la décima parte que cuando son impulsadas por la tos o el estornudo.
Los datos mostraron que sin nasobucos las gotas pueden trasladarse hasta 2,2 metros a través del aire en 90 segundos, mientras que usándolos la distancia será solo de aproximadamente 0,72 metros.
Según los expertos incluso la respiración normal produce un campo complejo de acción que puede propagar las partículas a largas distancias, por lo cual un cubrebocas disipa la energía cinética del chorro causado por una exhalación, limitando el movimiento de las gotas cargadas de virus.
‘Nuestros resultados revelan que sin una máscara facial se generan chorros de arrastre periódicos y anillos de vórtice circulares principales que se propagan hacia adelante e interactúan con las estructuras de flujo vertical producidas en ciclos de respiración previos’, precisó el autor del estudio, Ali Khosronejad.
Por ello se recomienda el uso de de una mascarilla pues redirige parcialmente el aliento exhalado hacia abajo y disminuye significativamente el riesgo de que las gotas en suspensión permanezcan en el aire, concluyeron los especialistas.
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