Pues ya lo tiene, Inglaterra que vuelve a una final relevante después de 55 años de espera con la ayuda de Harry Kane, el famoso Citizen Kane inglés, y el rigor excesivo del árbitro holandés Danny Makkelie.
Malas sensaciones. Porque para pitar un penal decisivo en una semifinal de Eurocopa, en prórroga, a los 104 minutos en prórroga, era necesario tener certezas absolutas.
Y si bien Sterling, quien originó la jugada, estaba acosado entre Maehle y Jensen, las imágenes vistas una y otra vez no mostraron con claridad que había sido golpeado dentro del área.
Llegó el gol de Kane, en dos tiempos, porque el excelente arquero danés Kasper Schmeichel no se cansó de hacer ‘paradones’ durante todo el partido y por justicia, fue la super figura del cotejo.
Del dictamen del colegiado Makkelie, un policía de profesión, se hablará mucho tiempo. Ni siquiera se tomó el trabajo de ver la repetición cuando del VAR expresaban dudas sobre la pena máxima contra Dinamarca.
Empero tampoco se puede ser absoluto. Los ingleses brillaron con Sterling, que estuvo a punto de marcar el empate y provocó el autogol de Kjaer a los 39, tras un espectacular misil lanzado por el nórdico Damsgaard a los 30.
Por supuesto, Kane fue en verdad la brújula y la defensa, salvo varias imprecisiones del arquero Pickford, fue un bastión, en especial el veloz y fornido Walker y Shaw, además del buen trabajo de los volantes Mount y Saka.
Como en fútbol cada partido es una historia nueva, que pocas veces repara en antecedentes, el duelo de la final del domingo en Wembley, en Londres, se antoja más que nunca de difícil pronóstico.
Italia, hasta su enfrentamiento contra España, parecía haber desplegado alas distanciándose de aquellos planteos mezquinos, de apuesta total a la defensa férrea y a los contragolpes.
Repitieron la vieja fórmula y debieron irse a la lotería de los penales ante los españoles. Habrá que ver cuáles son las estrategias que proyectan los técnicos Roberto Mancini y Gareth Southgate hacia el domingo.
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