Ya lo hizo el 4 de agosto de 1992, cuando Erick Barrondo conquistó una plata histórica que resonó en cada rincón de la tierra del Quetzal e hizo ponerle su nombre a uno de los complejos deportivos de esta capital como digno homenaje a semejante hazaña.
Ahora, intentará repetir o superar su propia meta con menos juventud (30 años), una epidemia de Covid-19 de por medio que lo paralizó buen tiempo, pero con el mismo entusiasmo de entonces y mayor experiencia en lides continentales y olímpicas.
A Barrondo le anima otra familia, más íntima, pues también competirán su hermano Uriel, el primo José Alejandro y su esposa Mirna Ortiz en estos terceros juegos para ambos. Para mayor honor, ella portará en sus manos la bandera de la delegación guatemalteca.
‘No hemos tenido el mismo ritmo de competencia que los rivales de Europa o Asia, pero haré las cosas de la mejor manera posible… La ilusión que tengo es conseguir una nueva medalla y para ello he entrenado’, dijo a la prensa antes de emprender vuelo a Granada, España, para completar su entrenamiento antes de instalarse en la ciudad de Sapporo, Japón.
Ortiz (28-02-1987) es hoy referente femenino en la especialidad como resultado de años de disciplina y trabajo, sobre todo después de 2009, cuando obtuvo bronce en la Copa Centroamericana de Marcha en San Salvador, en el evento de 10 mil metros.
Varios podios nacionales, centroamericanos y campeonatos europeos, le marcaron la ruta a seguir, y aunque en Londres 2012 fue descalificada, la experiencia de Río 2016 la alentó a seguir soñando con grandes cosas y Tokio podría ser esa oportunidad que espera.
En el caso de José Alejandro Barrondo (16-9-1996) tomó en serio la marcha en 2012, cuando el ejemplo de su primo Érick le caló hondo, después de pasar por los oficios de lustrador de zapatos y vendedor de periódicos.
Originario de la aldea Chiyuc, en San Cristóbal Verapaz, departamento de Alta Verapaz, el joven escaló rápido y en 2019 obtuvo bronce en Panamericanos de Lima 2019, el mismo año en que logró la marca de acceso a Tokio en el Gran Premio Internacional Cantonés de La Coruña, con un tiempo de 1:19:55 horas en los 20 kilómetros.
Para José, la marcha es una forma de poner a prueba sus límites, lo que es capaz de hacer y lograr, como llegar de Lima y partir hacia la aldea Chiyuc para entregarle a su madre la medalla panamericana y auxiliar a sus vecinos en los días más duros de la crisis económica de la Covid-19.
Similar origen humilde comparte Uriel, quien comenzó tarde en la marcha atlética. Según cuenta, entró a ese deporte inspirado por los logros de su hermano Erick y casi a modo de excusa para pasar más tiempo a su lado.
Sin embargo, el mundo de la marcha lo atrapó a partir de dos momentos importantes, no quería ser oficinista y se dejó llevar por la chispa que sintió en una competencia en la capitalina Avenida La Reforma a la que su hermano lo invitó a participar.
En 2017, con 23 años, sin saber mucho sobre el deporte ni estar en forma, decidió su camino y en los Juegos Centroamericanos de esa fecha consiguió su primera medalla de oro.
Después llegó su clasificación rumbo a Tokio, el 20 de marzo de 2021, en Dudince, Eslovaquia, en los 50 kilómetros, junto a Luis Ángel Sánchez (50 kilómetros), Mayra Herrera y José Eduardo Ortiz (20 kilómetros ambos).
El frío que calaba los huesos no quebrantó el espíritu de los cuatro y Uriel no solo logró el boleto a Japón, sino 3:47.01 horas, su mejor marca personal y el segundo mejor tiempo mundial del año.
También se les unirá José Calel, quien hará su debut, y estará junto a José Eduardo y José Alejandro en la prueba de los 20 kilómetros.
Con ocho clasificados de 24 en total, las posibilidades de la familia marchista de subir al podio aumentan para Guatemala. ¿Repetirá Érick o brillará alguno más de los Barrondo? Lo cierto es que la meta Tokio ya está en el horizonte de todos y van por ella.
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