Los organizadores de esta cita en Estados Unidos la programaron originalmente para Chicago, pero fuertes presiones políticas hicieron que a última hora la trasladaran a San Luis, donde se desarrollaba la Feria Mundial.
Una vez más el evento deportivo quedó ensombrecido en sus cuatro meses de duración, además de resultar prácticamente una competencia nacional, pues de los 687 competidores de 13 países -siete de ellos europeos-, mas de 500 eran estadounidenses, quienes ganaron el 80 por ciento de las medallas.
En atletismo, por ejemplo, los anfitriones obtuvieron 22 de las 23 preseas de oro disputadas, 12 de ellas repartidas a partes iguales entre cuatro concursantes, y ‘barrieron’ en 19 pruebas.
La excepción fue el canadiense Etienne Desmarteau, triunfador en el lanzamiento de peso, pero, curiosamente, él era agente de la policía de la ciudad estadounidense de Nueva York.
Solamente hubo lo que cronistas consideran una seria participación foránea en esgrima, con los tiradores cubanos como protagonistas, y natación, en la cual húngaros y alemanes obtuvieron la supremacía.
Por segunda vez consecutiva Ramón Fonst encabezó las glorias de Cuba en estas lides, al obtener las medallas de oro en florete individual -seguido por sus compatriotas por naturalización Albert Van Zo Post y Charles Tatham- y en la propia arma por equipos, en la
cual fue acompañado por Zo Post y Manuel Díaz.
Fonst repitió además su éxito de Paris 1900 en la espada individual, en la que esta vez Tatham y Zo Post lograron plata y bronce, respectivamente.
La cosecha de los esgrimistas cubanos en St. Louis la completaron Manuel Díaz, con el título en sable individual, y Zo Post, con bronce en la misma especialidad.
Aunque el interés fue bastante pobre por las 85 pruebas programadas, con una asistencia máxima de espectadores calculada en dos mil, no disminuyó el espíritu competitivo ni la disposición técnica de los contendientes, a pesar también de las incomodidades
que sufrieron.
Otra vez la carrera de maratón acaparó las expectativas, pero nuevamente ofreció el escenario de un escándalo de ribetes tragicómicos, cuyo protagonista fue el atleta local Fred Lorz, primero en salir del estadio para el agotador recorrido y también en romper el estambre final.
Aún no se extinguía la ovación cuando el público quedó petrificado por la noticia: Lorz fue descalificado al saberse que había hecho una buena parte del recorrido en automóvil.
Resulta que el corredor sufrió un calambre que lo obligó a retirarse y un conductor le ofreció un aventón. Pero antes de llegar al recinto el vehículo se descompuso y Lorz decidió continuar su bregar como si nada hubiera ocurrido.
Justo cuando la esposa del presidente norteamericano se disponía a premiar a su compatriota con la medalla de oro, un oficial de la
prueba alcanzó a denunciar el considerado uno de los mayores timos
olímpicos.
El impostor fue suspendido de por vida del deporte aficionado. Sin embargo, al parecer fue ‘indultado’ y un año más tarde ganó la maratón de Boston.
En esta propia competencia en San Luis ocurrió otro hecho que causó asombro en unos, hilaridad en otros, pero que ejemplificó la tragedia del deportista sin apoyo ni estímulo de los países pobres con autoridades despreocupadas.
Su protagonista esta vez fue un cubano, el humilde cartero Félix Carvajal, quien con apenas una ligera idea de las características de una lid de maratón, producto de una colecta popular pudo costearse el viaje a la ciudad sede con la ilusión de alcanzar la gloria olímpica.
Carvajal, con un atuendo peculiar -el único que pudo conseguir-, fue tomado a broma en la línea de salida por el resto de los participantes y por los espectadores.
Durante el trayecto el cubano devoraba kilómetro tras kilómetro pero se detenía a hablar con el público que, amablemente, le ofrecía frutas, bien recibidas por su estómago debilitado por días de penurias, pero de consecuencias nefastas para su resistencia.
Aún así, Carvajal cruzó cuarto la meta y nadie dudó que de haber sabido cómo tomar las cosas, se hubiera proclamado campeón.
Lo más dramático de los Juegos también aconteció en la maratón. El británico Tom Hicks necesitó varias inyecciones y una buena dosis de brandy para sobreponerse a diversos colapsos durante el trayecto, el último de ellos ya dentro del estadio y a poco del final.
De tal forma logró llegar primero a la meta, donde cayó inconsciente y en el hospital fue literalmente declarado casi muerto.
No obstante, sobrevivió, y muchos días después fue presentado con su medalla de oro olímpica, pero nunca más tomó parte en una competencia atlética.
En el debut de las féminas en Olimpiadas, la norteamericana Matilda Howell obtuvo las primeras preseas doradas por sus éxitos en las rondas sencilla y doble de la arquería.
Igualmente, hizo su primera aparición en estas lides el boxeo, aunque todos los concursantes fueron púgiles locales quienes, algo que parece inexplicable, compitieron en varias divisiones de peso al unísono.
La cosecha estadounidense ascendió a 78 medallas de oro, 84 de plata y 82 de bronce.
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