Ese tiempo plomizo y constantes desavenencias entre los oficiales británicos y de los demás países -especialmente de Estados Unidos- encargados de encauzar las competencias no fue óbice, sin embargo, para que dos mil 35 atletas de 22 naciones ofrecieran un buen espectáculo.
Cronistas de la época afirman que en Londres, por fin, una Olimpiada se convirtió en un acontecimiento mundial, y atribuyen su éxito a la construcción de un estadio especialmente para la ocasión -con capacidad para 100 mil personas-, el total patrocinio real, un amplio programa previo, buena publicidad y gran participación.
No obstante, se produjeron demasiadas protestas por parte de los visitantes dadas las diferencias de interpretación en cuanto a reglas y amateurismo, lo cual condujo a la formación posterior de organismos internacionales para su regulación, germen de las federaciones por disciplinas.
De tal forma, los Juegos de Londres resultaron los últimos en los cuales el país anfitrión tenía total jurisdicción sobre la manera de efectuar los concursos en cada deporte.
Los incidentes considerados más memorables en esta cita ocurrieron en el atletismo, uno de ellos, nuevamente, en la maratón.
El líder de la carrera, el italiano Dorando Pietri, entró al estadio en tan malas condiciones que primero equivocó el camino y después cayó varias veces a tierra exhausto.
La última de ellas fue ayudado por los doctores y oficiales, quienes casi lo condujeron a cuestas hasta cruzar la meta. Pero, por supuesto, fue descalificado y la presea dorada correspondió al estadounidense John Hayes.
Pero el atleta italiano, de apariencia frágil, recibió de manos de la Reina Alejandra una copa de oro como premio a su esfuerzo.
Otro hecho fuera de lo común ocurrió en la final de la prueba de los 400 metros cuando un corredor norteamericano fue descalificado por supuesta obstrucción -se corrió sin divisiones en la pista- y dos de sus compatriotas, en protesta, se retiraron.
Por tal motivo, y en una repetición, el único competidor restante, el británico Wyndham Halswell, cubrió solo la distancia cómodamente para ceñirse la corona olímpica.
La reina de las disciplinas acuáticas, la natación, tuvo en el británico Henry Taylor a su principal protagonista con tres títulos, dos individuales y uno como integrante de un relevo.
Pero el hecho curioso pertenece al también local Paul Radmilovic, miembro de la propia posta, quien además integró el victorioso equipo de polo acuático.
Y lo dramático corrió a cargo del mejor nadador húngaro del momento, Zoltan von Halmay, durante el relevo 4×200 metros.
Los magyares aventajaban fácilmente a los ingleses cuando Halmay se lanzó al agua para la ultima posta y, ya a punto de llegar a la meta, de pronto se acalambró y se hundió.
Con gran esfuerzo volvió a la superficie, pero inexplicablemente tomó un rumbo lateral.
Nuevamente reaccionó y volvió a la línea, pero más adelante se hundió una vez más y de nuevo emergió para terminar trabajosamente en segundo puesto. Cuando lo ayudaron a salir de la alberca el voluntarioso deportista estaba inconsciente.
Desastroso fue el debut de Francia en el fútbol de los Juegos, en el cual presentó dos selecciones, ambas humilladas por Dinamarca con goleadas de 17-1 (récord) y 9-0.
En el primero de esos partidos el danés Sven Nielsen anotó 10 goles, marca igualada cuatro años después por el alemán Gottfried Fuchs en una ronda de consolación ante Rusia.
El húngaro Peter Toth, integrante del equipo ganador del oro en sable por equipos, se interesó por la esgrima cuando, a los 16 años de edad, tuvo una pelea y fue retado a duelo, por lo que tuvo que tomar lecciones apresuradamente. Por suerte para él, según confesó, dicho duelo nunca se efectuó.
Con 35 años de edad, el estadounidense de origen irlandés John Flanagan ganó en Londres por tercera vez consecutiva el título en el lanzamiento del martillo, tras sus éxitos en Paris 1900 y San Luis 1904.
El canadiense Robert Kerr, de sólo cinco pies y cinco pulgadas de estatura, se presentó en los Juegos para las carreras atléticas de 100 y 200 metros planos, en la primera de las cuales alcanzó el tercer lugar, lo cual achacó a un exceso de preparación física.
Kerr contó más tarde que para los 200 dejó de entrenar y la noche antes de la prueba la pasó bebiendo y bailando hasta el amanecer.
Después de refrescarse se presentó en la pista y se convirtió en el hombre más pequeño en ganar una carrera de velocidad en Juegos Olímpicos.
Para seguir la tradición, el país sede obtuvo el primer lugar por naciones con 54 preseas doradas, 46 plateadas y 38 bronceadas.
yas/jf