Las lides atléticas universales se trasladaron así, por primera vez, al continente asiático y los nipones dieron muestras de haber atendido hasta el más mínimo detalle para una celebración exitosa, incluidas ceremonias de apertura y clausura espectaculares.
Fue una cita en la cual las grandes multitudes fueron testigo de la caída de muchos récords olímpicos, aunque en el caso de los mundiales no abundaron como en reuniones anteriores.
El nombre del etíope Abebe Bikila ya era bien conocido, pero en Tokio se encumbró aún más al resultar el único atleta en ganar la maratón por segunda ocasión consecutiva.
Bikila, quien seis semanas antes fue operado del apéndice, tomó la punta de la carrera casi desde el mismo inicio y pasó la raya de sentencia mas de cuatro minutos antes que el ocupante de la segunda plaza.
En la natación el norteamericano Don Schollander fue el primer tritón en ganar cuatro títulos -dos de ellos en relevos- en una sola versión, mientras su compatriota Sharon Stouder obtuvo tres y un subcampeonato.
Sin embargo, las palmas se las llevó la australiana Dawn Fraser, quien venció en los 100 metros libres por tercera vez sucesiva.
Otro tanto hizo en el atletismo el estadounidense Al Oerter, el discóbolo mayor en estas lides, quien tuvo que hacer sus lanzamientos con un arnés especial alrededor de su cuello debido a una lesión cervical, además de un vendaje que le protegiera sus costillas también dañadas.
Oerter concurrió a la capital nipona sin entrenar desde una semana antes de iniciarse la lid y compitió en contra de las órdenes de su médico.
En el atletismo el hecho más electrizante ocurrió en los 10 mil metros planos cuando el norteamericano Billy Mills vino de atrás y rompió el estambre primero, en un final que sólo separó a los medallistas por el margen de un segundo.
Esa última presea y la conseguida por Robert Schul en cinco mil
constituyeron las primeras logradas por estadounidenses en dichos
recorridos.
El velocista estadounidense Bob Hayes igualó el récord del orbe de 10 segundos en los 100 metros planos (9,9 en semifinales con viento
favorable por encima de lo permitido), con Enrique Figuerola
pisándole los talones, para darle a Cuba una presea que no conseguía
en ninguna disciplina desde hacía 16 años.
También descolló en campo y pista el neozelandés Peter Snell con sendas victorias en 800 y mil 500 metros, algo que nadie obtenía
desde Amberes 1920.
La gimnasta soviética Larisa Latinina culminó por todo lo alto su
gloriosa carrera olímpica al ganar seis medallas por segunda ocasión al hilo, aunque esta vez solo dos fueron de oro.
En este deporte se dio a conocer definitivamente una concursante que también haría historia, la checoslovaca Vera Caslavska, quien escaló cuatro veces al podio de premiación, tres de ellas a lo más alto.
Los japoneses volvieron a hacer de las suyas en la rama masculina cuando capturaron cinco coronas, para desplazar de la cima a los soviéticos.
El programa de entrenamiento del equipo femenino de voleibol nipón ganador en Tokio fue en extremo riguroso.
Al respecto, su preparador dijo: No hay tiempo para nada más. Las jugadoras no conocen absolutamente ninguna otra vida. Tienen que aceptarlo sin cuestionarlo.
Es conocido que la capitana del equipo tuvo que escoger en ese
tiempo entre casarse y formar un hogar, o integrar la selección. Ella se decidió por una medalla de oro olímpica.
El mejor golpe conectado por el español Valentín Loren en la lid
boxística le costó la suspensión de por vida del pugilismo amateur,
pues no fue dirigido a su oponente, sino deliberadamente al árbitro
que lo había descalificado por sucesiva práctica ilegal durante el
combate.
Hubo una delegación africana que desfiló en la apertura bajo una
bandera y en la clausura bajo otra totalmente distinta. Se trató de
la entonces Rodesia del Norte, que durante el desarrollo de los
Juegos obtuvo su independencia y en lo adelante se llamó Zambia.
En contraste, los deportistas germanos iniciaron las competencias
representados por una sola enseña y las concluyeron bajo dos, con un par de equipos separados. El Comité Olímpico Internacional acordó en el ínterin reconocer en lo adelante la separación ocurrida después de la II guerra mundial en Alemania Democrática y Alemania Federal.
Francia tuvo que esperar hasta el último minuto de los Juegos para obtener su única presea dorada, pues poco antes de la ceremonia del adiós Pierre Jonqueres d’Oriola ganó el Grand Prix de saltos de la equitación.
Las famosas hermanas Press, de la Unión Soviética, elevaron en
Tokio a cinco su total de títulos al ganar Tamara la bala y el disco
e Irina el pentatlón. Cuatro años antes, la primera había triunfado
en la propia bala y la segunda en los 80 metros con vallas.
Mary Rand tuvo la inusual distinción de darle a Gran Bretaña un juego completo de medallas en la capital japonesa, pues logró oro (con récord mundial) en salto largo, plata en el pentatlón y bronce en el relevo 4×100 metros.
El judo debutó aquí como deporte olímpico (para los hombres) y, como era de esperar, los anfitriones lo ganaron con tres de cuatro títulos disputados. Perdieron, con extremo dolor, el oro más ansiado: en la categoría sin límite de peso.
Durante los ocho días de competencias en la natación fueron destrozados en 52 ocasiones los récords olímpicos previos, además de haber sido establecidos 14 mundiales.
Por tercera vez consecutiva la Unión Soviética encabezó el medallero con 30 oros, 31 platas y 35 bronces.
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