Desafortunadamente para todos los involucrados, la cita de 1976 resultó la mas cara y lujosa en la historia comenzada con Atenas 1896.
La llama olímpica fue encendida, como es usual, en Olimpia por efecto de los rayos del sol sobre un pequeño pedazo de madera, y después la antorcha inició su marcha en carrera de relevos hasta Atenas.
Sin embargo, el traslado hasta Canadá rompió toda tradición, pues en la capital griega se introdujo la más moderna técnica electrónica para transformar la flama en una serie de impulsos eléctricos codificados que fueron transmitidos vía satélite hasta Ottawa.
Allí dichos impulsos activaron un rayo láser que restauró la antorcha en su forma original, la cual nuevamente la portaron corredores de relevo hasta la sede olímpica.
Poco antes de comenzar los Juegos, la organización de la Unidad Africana exigió al Comité Olímpico Internacional (COI) la exclusión de Nueva Zelanda de la competencia pues su equipo de rugby realizaba una gira por la Sudáfrica del apartheid.
Al negarse el COI, 30 naciones africanas y árabes anunciaron su inasistencia a la cita estival.
Con el objetivo de evitar una acción como la ocurrida en Múnich, las autoridades canadienses tomaron medidas de seguridad masivas y casi atemorizantes, entre ellas, empleo de mas de 16 mil guardias.
No obstante, al parecer no fue suficiente, como lo demostró un miembro de la propia delegación anfitriona.
Este introdujo en la Villa -considerada una fortaleza- a un amigo, quien hasta ser descubierto disfrutó gratuitamente de alojamiento, alimentación y las diversiones allí presentes. El deportista, por supuesto, fue expulsado también.
Entre los numerosos hechos relevantes de esta edición, tal vez el más impresionante ocurrió en la natación pues dos países prácticamente arrasaron con los títulos: la República Democrática
Alemana 11 de 13 en el femenino y Estados Unidos 12 de 13 en el masculino.
La germana Kornelia Ender y el norteamericano John Naber fueron los máximos acumuladores en ese deporte, con cuatro preseas doradas cada uno.
Pero la atención mundial estuvo centrada en la actuación de la pequeña rumana Nadia Comaneci, de 14 años de edad, quien por primera vez mereció la puntuación perfecta (10) de los jueces en un torneo gimnástico, y más que eso, la recibió en siete ocasiones en su camino a la obtención de tres medallas doradas. Aunque el finés Lasse Viren conmocionó en el atletismo al repetir sus éxitos en los cinco mil y 10 mil metros, el hecho inédito lo protagonizó el cubano Alberto Juantorena cuando se convirtió en el primer competidor olímpico en obtener el máximo galardón en las
distancias de 400 y 800 metros.
Juantorena, quien en las dos vueltas al óvalo -su primera aparición internacional en esa distancia- implantó récord mundial y olímpico, regresó a la pista 24 horas después y obtuvo un discreto tercer lugar en su primer heat eliminatorio de los 400. Pero en los
días sucesivos fue mejorando hasta conseguir el título.
Por Cuba también brilló Héctor Rodríguez, quien inició la senda dorada para esa isla caribeña en el judo.
Estados Unidos, que sangraba por la herida, presento en Montreal una de las más poderosas escuadras boxísticas de todos los tiempos y logró llevarse el éxito por naciones, pero no pudo evitar el destaque de los púgiles cubanos.
El superpesado Teófilo Stevenson volvió a hacer gala de sus dotes excepcionales y literalmente destrozó a todos sus adversarios, incluido el norteamericano John ‘Big’ Tate, fulminado por los poderosos puños del cubano.
La carrera reina del atletismo, los 100 metros planos, fue a las manos de Hasley Crawford, quien dio así su primera medalla a Trinidad y Tobago. Seis años antes comenzó su bregar en las pistas y los estudios en Estados Unidos, y en Múnich 72 llegó a la final, pero tuvo que abandonar por una lesión.
El segundo puesto lo ocupó el jamaicano Donald Quarrie y el tercero el campeón defensor, el soviético Valeri Borzov. Por primera vez desde Ámsterdam 28 los norteamericanos quedaron sin preseas.
Quarrie, todo un veterano ya, ganó los 200 metros y Crawford estuvo en la carrera decisiva, pero una vez más sufrió una lesión, aunque entonces, en un acto de vergüenza deportiva, sí cubrió toda la distancia en… 79,6 segundos. Un pequeño policía del tránsito mexicano dio a Latinoamérica el honor del título olímpico en Montreal 76 en la caminata de 20 kilómetros. Daniel Bautista, de 23 años, dio a México su primera medalla de oro en el campo y pista en 80 años de historia de los
Juegos Olímpicos.
El francés Guy Drut pasó a los libros por haber quebrado el reinado estadounidense en los 110 metros con vallas, pero pocos hablan del cubano Alejandro Casañas, quien después de una arrancada pobre que lo dejó muy atrás, remontó como un bólido la desventaja y perdió el campeonato por escasa distancia.
Casañas, de paso, derrotó al norteamericano Willie Davenport, quien con su bronce aquí coleccionó los tres colores de medallas en sucesivas lides universales.
El soviético Victor Saneiev completó en esta cita su tercer título consecutivo en el triple salto, algo que en el atletismo solo habían logrado dos norteamericanos. En esta prueba el brasileño Joao Carlos de Oliveira, poseedor entonces del récord mundial, tuvo que conformarse con la presea bronceada.
La Unión Soviética volvió a ganar por países en esta edición de los Juegos, al acumular 49 medallas de oro, 41 de plata y 35 de bronce.
yas/jf