‘Cuando el suplemento publicó, por primera vez, las cartas cruzadas entre el dirigente soviético Nikita Khrushchev y Fidel; esa fue una de las noches prodigiosas en las cuales él estuvo. Al otro día la tirada de números del diario fue record en la historia’, aseguró en exclusiva a Prensa Latina.
Blanco mencionó, asimismo, las reuniones entre el comandante Manuel Piñeiro Losada —conocido como Barbarroja, guerrillero y fundador de la inteligencia cubana—, el escritor colombiano Gabriel García Márquez y el entonces presidente de la nación caribeña en los espacios del periódico.
‘Por aquella época las paredes estaban llenas de fragmentos de la carta que le escribiera a Celia Sánchez donde decía: Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos (…)’, rememoró la investigadora.
Años después, afirmó Blanco, ante una pregunta de ella sobre esa misiva en particular, Fidel le confesó que su destino verdadero era lograr que la Revolución fuera profunda, libre y soberana y resistir a los ataques preparados por el gobierno de Estados Unidos.
¿A quiénes se refería Fidel en la carta? En el libro Por todos los caminos de la Sierra. La Victoria estratégica, el líder narra que en junio de 1958 la aviación enemiga, que apoyaba a la dictadura de Fulgencio Batista, desató uno de los bombardeos y ametrallamientos más feroces en Minas de Frío, en la oriental provincia cubana de Granma.
Especialmente, la casa de Mario Sariol, colaborador campesino del Ejército Libertador fue blanco de una lluvia de metralla y de varios cohetes de fabricación norteamericana. De ahí que en sus palabras a Celia él afirmara: ‘me he jurado que los norteamericanos van a pagar bien caro lo que están haciendo’.
‘Fui una de las periodistas que recibió esa voluntad de Fidel de comunicar, explicar, conocer y preguntar. Una noche me mandó a buscar para hablar sobre mi libro Después de lo increíble, sobre el viaje de la juventud mexicana a Cuba para reproducir la expedición del yate Granma’, evocó.
A su juicio, las generaciones actuales deben revisitar aquellas hazañas protagonizadas por jóvenes —cuando el dirigente asaltó el Cuartel Moncada tenía solo 26 años— que habían advertido la necesidad de una transformación social y decidieron sacrificarlo todo para el bien del pueblo.
‘Solo por haberlo conocido y estar cerca de él, como puede sentirlo cualquier revolucionario que luche y defienda sus ideas, valió la pena haber nacido y vivido en esta época’, concluyó Katiuska Blanco.
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