Se cumplen dos décadas de que cayeran las Torres Gemelas de Nueva York, pero no lejos de allí, 21 años antes (11 de septiembre de 1980) el diplomático cubano Félix García, adjunto en la misión de su país ante Naciones Unidas, fue ametrallado dentro de su auto en plena vía pública.
Eduardo Arocena, el asesino confeso y explantilla de la Agencia Central de Inteligencia, recibió en junio último el beneficio de la excarcelación por ‘razones de salud’.
Cumplía dos cadenas perpetuas por numerosos delitos, incluidos dos asesinatos y más de 30 explosiones.
Durante los ataques terroristas en Estados Unidos murieron dos mil 977 personas en Nueva York, Washington y en las afueras de Shanksville, Pensilvania.
Pero dos años antes una Demanda del Pueblo de Cuba contra el gobierno estadounidense señalaba a la Casa Blanca por hacer del terrorismo de Estado un instrumento de su política hacia la isla caribeña.
El 2 de noviembre de 1999, tras poco más de cinco meses, se dictó la sentencia del expediente número 88 de ese año, perteneciente a la Sala Segunda de lo Civil y Administrativo del Tribunal Provincial Popular de Ciudad de La Habana.
Los demandantes fueron organizaciones sociales y de masa que representaban a casi la totalidad de la población cubana. El demandado no se presentó y fue declarado en rebeldía.
La sentencia condenó a Estados Unidos a reparar los daños humanos provocados por sus acciones terroristas, responsables de la muerte de tres mil 478 personas.
También a compensar por lesiones y discapacidades permanentes a otros dos mil 99 ciudadanos. El tribunal fijó un monto total y único a pagar de 181 mil 100 millones de dólares.
Larga resultó la lista de agresiones terroristas contempladas en la sentencia y que enlutaron y ensangrentaron a la ínsula caribeña.
La más mortífera, entre muchas, resultó el derribo en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación con 73 personas a bordo, frente a las costas de Barbados
Fue en octubre de 1976, un cuarto de siglo antes de que el gobierno de George W. Bush iniciara lo que denominó como la guerra contra el terrorismo y, con ella, la invasión a Afganistán.
En las aguas barbadenses quedaron los restos de 57 cubanos, 11 guyaneses en su mayoría becados en Cuba, y cinco funcionarios coreanos.
Especialmente conmovedora fue la muerte de la totalidad del equipo juvenil de esgrima, masculino y femenino, que regresaba con todas las medallas de oro disputadas en un campeonato centroamericano de esa disciplina celebrado en Caracas.
Un millón de sus compatriotas despidieron de forma más simbólica que real en la Plaza de la Revolución de La Habana a aquellos cuyos cuerpos yacían en el fondo del océano.
Pocos tal vez en el mundo comprendieron el terrible significado de aquel hecho, reflexionaba años después el presidente Fidel Castro en la misma plaza, a tenor de los atentados contra Estados Unidos.
‘¿Qué importancia tenía destruir en pleno vuelo un avión civil cubano con 73 personas a bordo? Era como algo habitual. ¿No habían muerto ya miles de cubanos en La Coubre, el Escambray, Playa Girón y en cientos de acciones terroristas, ataques piratas u otros hechos similares?, preguntaba entonces.
Hemos convocado este grandioso acto contra el terrorismo como un homenaje y un tributo a la memoria de nuestros hermanos muertos en Barbados hace 25 años, pero es también una expresión de solidaridad con los miles de personas inocentes que murieron en Nueva York y Washington, añadía el líder cubano.
Enfatizó además que aquella multitudinaria concentración era también expresión ‘de condena al brutal crimen’ cometido contra los estadounidenses, ‘buscando caminos que conduzcan a la erradicación real y duradera del terrorismo, a la paz y no a una sangrienta e interminable guerra’.
Fidel Castro afirmó en ese discurso (6 de octubre de 2001) que los planificadores y ejecutores de actos terroristas contra su país habían sido reclutados por Estados Unidos desde los preparativos de la invasión de Bahía de Cochinos, derrotada en las arenas de Playa Girón el 19 de abril de 1961.
El alistamiento incluyó la preparación para participar en todo tipo de acciones violentas, en especial en planes de atentados y acciones terroristas ‘que no excluían ninguna esfera de la vida económica y social, ningún medio, ningún procedimiento, ningún arma’, dijo.
Y subrayó entonces: ‘Albergo la más profunda convicción de que las relaciones entre los grupos terroristas creados contra Cuba en Estados Unidos en los primeros 15 años de la Revolución y las autoridades de ese país, nunca se rompieron’.
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