Al inicio de su mandato tampoco mostró un gran interés por las relaciones exteriores, al expresar que ‘la mejor política exterior es la interior’. Un sentido honorable de las prioridades.
Pero junto a su canciller Marcelo Ebrard, AMLO logró desde el 2019 instalar una diplomacia activa y más volcada hacia Latinoamérica y el Caribe, un verdadero contraste con sus antecesores.
En estos últimos años cuando las fuerzas oscuras dominaron la región, los integrantes del Palacio Nacional y del edificio Tlatelolco han sido claves para restaurar esperanzas integracionistas, contribuir a la estabilidad política y solidaridad regional.
Desde Hugo Chávez Latinoamérica no contaba con un gobierno tan voluntarista. Varios momentos marcan la gestión diplomática actual de México: desde el rol ejercido para los momentos de tensión tras el golpe de Estado en Bolivia, en noviembre de 2019, al darle asilo al presidente Evo Morales evitando así una tragedia mayor.
Asimismo la solidaridad expresada a Cuba al denunciar en múltiples ocasiones el bloqueo estadounidense, y enviando ayuda humanitaria para apoyar a la mayor de las Antillas frente a la pandemia.
Con respecto a Venezuela, mientras algunos mandatarios de derecha pensaban lograr resultados con intenciones dudosas, como fue el ‘show’ de Cúcuta, Andrés Manuel López Obrador siempre defendió el principio de la autodeterminación de los pueblos. Luego ofreció -recientemente- su cooperación y su país como sede a fin de que se puedan desarrollar las negociaciones entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana. México asume riesgos en pro del diálogo y la estabilidad, y refuerza su liderazgo regional.
Durante la actual crisis pandémica de la Covid-19, México también salió a demostrar la importancia de la mirada integracionista, al implementar, junto con la Argentina de Alberto Fernández, un acuerdo de producción de vacunas que contempla la distribución de 250 millones de dosis contra el coronavirus en la región.
Un trabajo conjunto traducido en la capacidad que tienen nuestros países para actuar y proponerse objetivos ante desafíos comunes. Gobiernos progresistas demuestran una vez más el ejemplo, el camino y la importancia de la cooperación.
REACTIVACIÓN DEL DIÁLOGO POLÍTICO REGIONAL
En materia de integración, tradicionalmente los esfuerzos más fuertes no vienen de los gigantes del continente, pero esta vez la diplomacia mexicana logró lo que en estos últimos años había sido inexistente, reactivó el diálogo político regional. Le dio un nuevo impulso a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que había sido dejada de lado por los gobiernos conservadores de la región.
Mirando más al sur que al norte, al neutralizar una OEA dañina y desprestigiada, México abre una nueva etapa para la integración regional. Sin embargo será fundamental multiplicar los mecanismos de participación con y para la sociedad civil.
Si los pueblos no se apropian de los procesos integracionistas, es muy difícil que los defiendan cuando haya un cambio de gobierno y que la nueva autoridad decida salirse. Sin participación activa de la ciudadanía, los progresistas seguirán con dificultades para darle sostenibilidad a los proyectos de integración con perspectiva emancipadora para Latinoamérica y el Caribe.
Salir de la crisis actual pasa por conseguir una integración sostenible para instalar proyectos regionales y en definitiva una cooperación renovada que permita reducir los niveles de pobreza y desigualdad. La región no puede permitirse que cada vez que lleguen gobiernos de derecha se pongan en jaque avances significativos en el escenario regional.
México está poniendo el hombro, la visión y aporta claridad. América Latina y el Caribe debe seguir la dinámica emprendida y entender que una región integrada será beneficiosa para su desarrollo, útil para sus pueblos, indispensable para las generaciones futuras. México tiene magia, decía Chavela Vargas, busquemos la magia…
arb/pl
(*) Politólogo, latinoamericanista, experto en cooperación internacional